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“En la tarde del 5 de enero, de pie en el umbral del café de Guido y Junín, Bruno vio venir a Sabato, y cuando ya se disponía a hablarle sintió que un hecho inexplicable se produciría: a pesar de mantener la mirada en su dirección, Sabato siguió de largo, como si no lo hubiese visto. Era la primera vez que ocurría algo así y, considerando el tipo de relación que los unía, debía excluir la idea de un acto deliberado, consecuencia de algún grave malentendido.
Lo siguió con ojos atentos y vio cómo cruzaba la peligrosa esquina sin cuidarse para nada de los automóviles, sin esas miradas a los costados y esas vacilaciones que caracterizan a una persona despiera y conciente de los peligros.
La timidez de Bruno era tan acentuada que en rarísimas ocasiones se atrevía a telefonear. Pero, después de un largo tiempo sin encontrarlo en La Biela ni en el Roussillon, y cuando supo de por los mozos que en todo ese período no había reaparecido, se decidió a llamar a su casa. “No se siente bien”, le respondieron con vaguedad.
“No, no saldría por un tiempo.” Bruno sabía que, en ocasiones durante meses, caía en lo que él llamaba “un pozo”, pero nunca como hasta ese momento sintió que la expresión encerraba una temible verdad. Empezó a recordar algunos relatos que le había hecho sobre maleficios, sobre un tal Schneider, sobre desdoblamientos. Un gran desasosiego comenzó a apoderarse de su espíritu, como si en medio de un territorio desconocido cayera la noche y fuese necesario orientarse con la ayuda de pequeñas luces en lejanas chozas de gentes ignoradas, y por el resplandor de un incendio en remotos e inaccesibles lugares…”
Abaddón el exterminador / Ernesto Sabato — Ed. Austral
Disponible en la sección “NO Sólo Técnica“. Sig. 82N SAB aba
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