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Mis excentricidades

– ¡Qué tal, don Emilio¡
– Muy bien, gracias.
– ¿Ya va a sus cosas?
-Luego, primero voy a la farmacia a por un complejo vitamínico que anuncian en TV.
– No sé para qué, si se le ve más fuerte cada día.
– No es para mí, es para la contraria, que se encuentra un poco alicaida.
– Eso es por el trabajo que usted le da.
– espero que lodiga en el buen sentido.
– ¡Claro, hombre¡ Adiós, don Emilio.
– Adiós, doña Irene.

Muchos en el barrio me saludan con efusividad y cuando doblo la esquina dicen que soy un viejo chiflado. Lo sé. Porqué tengo mis fuentes de información, pero también porque se les ve en la mirada.

Mis presuntas excentricidades no son bien recibidas por todos. Digo presuntas porque a mí no me lo parecen. Pensar en voz alta, lanzar bolazos a los transeúntes los días nevados o montar un chiringuito de fruta en la plaza no me parecen asuntos tan anormales. lo que ocurre es que como les tienen la cabeza caliente con tanta catástrofe y tanta crisis prefieren refugiarse debajo de la manta y esperar que tras el martes llegue el miércoles, que con un poco de suerte la atmósfera contendrá oxígeno para todos y no sólo para los ricos.

Una de las cosas que sorprende a esos pazguatos es que siempre lleve un cuaderno encima, en el que dibujo y escribo reflexiones. También anoto datos prácticos, muchos. Me gusta hacerlo por si algún día necesito desandar el camino. Por ejemplo, sin entro en una cafetería desconocida anoto su nombre, la dirección y la fecha, y añado, sobre una puntuación de cero a cinco, indicaciones del siguiente tipo.

Pincho de tortilla: 3
Fanta naranja: 4
Atención: 4
Precio: 2
Ambiente: 4
Limpieza: 1
Decoración: 2

“La mejor materia prima” / Óscar Monterreal
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