Archivo por meses: septiembre 2010

#hoyleemos: “El guardián entre el centeno” de J.D.Salinger

 

– ¿Qué? -le dije-. Saca la boca de ahí. No te entiendo.
– Que a ti nunca te gusta nada.

Aquello me deprimió aún más.

– Hay cosas que me gustan. Claro que sí. No digas eso. ¿Por qué lo dices?
– Porque es verdad. No te gusta ningún colegio, no te gusta nada de nada. Nada.
– ¿Cómo que no? Ahí es donde te equivocas. Ahí es precisamente donde te equivocas. ¿Por qué tienes que decir eso?-le dije. ¡Jo! ¡Cómo me estaba deprimiendo!
– Porque es la verdad. Di una sola cosa que te guste.
-¿Una sola cosa? Bueno.

Lo que me pasaba es que no podía concentrarme. A veces cuesta muchísimo trabajo.

– ¿Una cosa que me guste mucho? -le pregunté.

No me contestó. Estaba hecha un ovillo al otro lado de la cama, como a mil millas de distancia.

– Vamos, contéstame -le dije-. ¿Tiene que ser una cosa que guste mucho,  o basta con algo que me guste un poco?
– Una cosa que te guste mucho.
– Bien -le dije. Pero no podía concentrarme. Lo único que se me ocurría eran aquellas dos monjas que iban por ahí pidiendo con sus cestas. Sobre todo la de las gafas de montura de metal.  Y un chico que había conocido en Elkton Hills. Se llamaba James Castle y se negó a retirar lo que había dicho de un tío insoportable, un tal Phil Stabile. Un día había comentado con otros chicos que era un creído, y uno de los amigos de Stabile le fue corriendo con el cuento. Phil Stabile se presentó con otros seis hijoputas en su cuarto, cerraron la puerta con llave y trataron de obligarle a que retirarra lo dicho, pero Castle se negó. Le dieron una paliza tremenda. No les diré lo que le hicieron porque es demasiado repugnante, pero el caso es que Castle siguió sin retractarse. Era un tío delgadísimo y muy débil, con unas muñecas que parecían lápices. Al final, antes de desdecirse, prefirió tirarse por la ventana…

Pues no se me ocurría nada más.”

 

El guardián entre el centeno / J.D. Salinder – Alianza Editorial
El guardián entre el centeno en Wikipedia
Disponible en la sección NO Sólo TécnicaSig. 82N SAL gua

#hoyleemos: “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera

 

“Después de cuatro años pasados en Ginebra, Sabina se fue a vivir a París y no era capaz de recuperarse de la melancolía. Si alguien le hubiera preguntado qué le había pasado, no habría encontrado palabras para explicarlo.

Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. ¿Pero qué le sucedió a Sabina? Nada. Había abandonado a un hombre porque quería abandonarlo. ¿La persiguió él? ¿Se vengó? No. Su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caído sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser.

Hasta ahora, los momentos de traición la llenaban de excitación y de alegría, porque ante ella se abría un camino nuevo y, al final de éste, la nueva aventura de una traición. ¿Pero qué sucederá si ese camino se acaba un buen día? Uno puede traicionar a los padres, al marido, al amor, a la patria, pero cuando ya no hay ni padres, ni marido, ni amor, ni patria, ¿qué queda por traicionar?

Sabina sentía a su alrededor el vacío. Pero ¿qué sucedería si ese vacío fuese precisamente el objetivo de todas sus traiciones?

Por supuesto, hasta ahora no había sido consciente de ello: el objetivo hacia el cual se precipita el hombre queda siempre velado. La muchacha que desea casarse, desea algo totalmente desconocido para ella. El joven que persigue la gloria no sabe qué es la gloria. Aquello que otorga sentido a nuestra actuación es siempre algo totalmente desconocido para nosotros. Sabina tampoco sabía qué objetivo se ocultaba tras su deseo de traicionar. ¿Es su objetivo la insoportable levedad del ser? Al abandonar Ginebra se le acercó considerablemente…”

 

La insoportable levedad del ser / Milan Kundera —  Ed. Tusquets
La insorportable levedad del ser en Wikipedia
Disponible en la sección NO Sólo TécnicaSig. 82N KUN ins

#hoyleemos: “Los pilares de la tierra” de Ken Follett

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“Los chiquillos llegaron temprano para el ahorcamiento. Todavía estaba oscuro cuando los tres o cuatro primeros se escurrieron con cautela de las covachas, sigilosos como gatos, con sus botas de fieltro. El pequeño pueblo aparecía cubierto por una ligera capa de nieve reciente, como si le hubiesen dado una nueva mano de pintura y sus huellas fueron las primeras en manchar su inmaculada superficie. Se encaminaron a través de las arracimadas chozas de madera y a lo largo de las calles de barro helado hasta la silenciosa plaza del mercado donde esperaba la horca.

Los muchachos aborrecían todo aquello que sus mayores estimaban. Despreciaban la belleza y se burlaban de la bondad. Se morían de risa a la vista de un lisiado y si topaban con un animal herido lo mataban a pedradas. Alardeaban de heridas y mostraban orgullosos sus cicatrices, reservando una admiración para cuando de una mutilación se trataba. Un chico al que le faltara un dedo podía llegar a ser un rey. Amaban la violencia, podían recorrer kilometros para presenciar demarramientos de sangre y jamás se perdían una ejecución…”

 

Los pilares de la tierra / Ken Follett — Ed. Plaza & Janés
Los pilares de la tierra en Wikipedia
Los pilares de la tierra en las Bibliotecas UPM