El titular más deseado: “Campeones del mundo”

Algo debe tener el futbol. Sí, es cierto, sólo es un balón, una pelotita y tras ella 22 jugadores con un único fin, el de introducirla entre los  tres palos.  Algo debe tener cuando es capaz de desatar las pasiones de miles, de millones de personas en todo el mundo.  Decía y con razón, uno de los locutores que retransmitieron la final entre España y Holanda, que al día siguiente nuestros problemas serían los mismos, que tendríamos que seguir pagando igual la hipoteca, pero que él era en esos momentos la persona más feliz del mundo.  Y es que hay mucho de irracional, de pasional detrás de este deporte. Desde luego, nuestra vida no va a cambiar por el hecho de que España haya ganado el mundial, pero si con la que está cayendo, se ha logrado que por unos instantes, por unos días seamos un poquito más felices, o simplemente esbocemos una sonrisa, bienvenida sea esa alegría y esa emoción.

Personas desconocidas se lanzan a la calle, se abrazan como si fueran íntimas,  personas con el color rojo como nexo de unión sufren a la vez, se emocionan a la vez. Jóvenes y no tan jóvenes cortan el tráfico, se tumban en la carretera, pero no hay malas caras ni reproches. En esta noche de alegría colectiva casi todo parece estar permitido.

Con permiso de los no futboleros, es momento de celebración. Para los problemas siempre hay tiempo.

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