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“Era estupendo quemar. Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos, cómo cambiaban. Con la boca de latón en sus puños, con aquella gigantesca pitón escupiendo su queroseno venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director orquestando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los jirones y las ruinas tiznadas de la historia. Con su simbólico casco, en el que aparecía grabado el número 451, firme sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Le apetecía mucho acercar un malvavisco a la hoguera, como en el antiguo juego, mientras los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y en el jardín de la casa; mientras los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y los aventaba el aire ennegrecido del incendio.
La sonrisa de Montag era la sonrisa feroz de los hombres chamuscados, obligados a retroceder por las llamas.
Sabía que, de vuelta en el cuartel de bomberos, se miraría pestañeando en el espejo: un negro de opereta, pintado con corcho ahumado. Luego, al irse a dormir, sentiría en la oscuridad la feroz sonrisa retenida aún por sus músculos faciales.
Esa sonrisa nunca desaparecería; hasta donde alcanzaba a recordar, nunca había desaparecido…”
Fahrenheit 451 / Ray Bradbury — Ed. DEBOLS!LLO
Fahrenheit 451 en Wikipedia
Disponible en la sección NO Sólo Técnica. Sig. 82N BRA fah