Claudia Goldin: La Ganadora del Premio Nobel de Economía 2023
El Premio Nobel de Economía del año 2023 ha sido concecido a Claudia Goldin, una reconocida economista y profesora en la Universidad de Harvard, por sus investigaciones sobre la participación de las mujeres en el mercado laboral. Nacida en Nueva York en 1946, Goldin se ha destacado por su enfoque histórico y su capacidad para explicar la evolución de los fenómenos económicos, en especial, aquellos relacionados con la desigualdad de género. Con este galardón, Goldin se convierte en la tercera mujer en recibir el Nobel de Economía, tras Elinor Ostrom (2009) y Esther Duflo (2019), pero es la primera en hacerlo en solitario, subrayando el impacto y la profundidad de su trabajo.
Goldin es una economista que se ha centrado más en entender el pasado que en predecir el futuro. Su área de especialización, la historia económica, le ha permitido realizar investigaciones clave sobre la evolución de la participación femenina en el mercado laboral, destacando las causas y consecuencias de su creciente presencia a lo largo del siglo XX. Su trabajo es fundamental para comprender cómo los cambios en la educación, la planificación familiar y las expectativas sociales han moldeado el comportamiento económico de las mujeres.
Principales contribuciones
El trabajo de Claudia Goldin ha sido crucial para arrojar luz sobre la evolución del trabajo femenino y cómo las dinámicas del mercado han cambiado a lo largo del tiempo. Una de sus aportaciones más conocidas es la famosa “curva en U” que describe la participación de las mujeres en la fuerza laboral a lo largo del tiempo.
En esta gráfica, Goldin explica que la participación femenina en el mercado laboral tuvo una trayectoria descendente hasta finales del siglo XIX, momento en el cual muchas mujeres se dedicaban al trabajo doméstico o agrícola. Sin embargo, a partir del siglo XX, esta tendencia se invirtió y comenzó un notable aumento en la participación de las mujeres en la economía. La principal causa que identifica Goldin es el cambio en las expectativas de las mujeres respecto a su futuro: al visualizar una vida profesional más accesible, las mujeres comenzaron a invertir más en su educación.
Una de las razones clave que permitió este cambio fue el acceso a la planificación familiar, concretamente con la introducción de la píldora anticonceptiva. Esto otorgó a las mujeres mayor control sobre la maternidad, permitiéndoles planificar su carrera con mayor precisión y reduciendo los conflictos entre el ámbito familiar y profesional. Este hallazgo ha sido fundamental para entender el papel de las políticas de planificación familiar en la emancipación laboral femenina.
Goldin también ha demostrado cómo las expectativas sociales influyen en el comportamiento económico de las mujeres. Por ejemplo, argumenta que en épocas pasadas, muchas mujeres no consideraban el trabajo remunerado como una opción viable porque las oportunidades profesionales eran limitadas. No obstante, a medida que esas oportunidades mejoraron, las mujeres empezaron a invertir en su formación y a integrarse con mayor intensidad en la economía.
Dinámicas de la brecha de género: un estudio revelador
Un punto central en la carrera de Claudia Goldin ha sido el estudio de las brechas de género en el mercado laboral, particularmente en sectores altamente remunerados y competitivos. Su trabajo junto a Marianne Bertrand y Lawrence F. Katz, titulado “Dynamics of the Gender Gap for Young Professionals in the Corporate and Financial Sectors” (2010), es un excelente ejemplo de esta línea de investigación.
En este estudio, los autores analizaron las carreras de los MBA graduados en una de las principales escuelas de negocios de Estados Unidos entre 1990 y 2006, con el objetivo de entender cómo las trayectorias profesionales difieren entre hombres y mujeres. Uno de los hallazgos más relevantes es que, aunque los hombres y las mujeres con MBA comienzan sus carreras con ingresos prácticamente iguales, estas cifras empiezan a divergir significativamente en los años posteriores.
A los 10-16 años de haber finalizado sus estudios, los ingresos de los hombres superan en casi 60 puntos logarítmicos a los de las mujeres. Este estudio identificó tres factores clave que explican esta creciente brecha salarial: diferencias en la formación previa a la obtención del MBA, diferencias en las interrupciones de carrera y diferencias en las horas semanales trabajadas.
El impacto de la maternidad resultó ser un factor crucial en esta divergencia. Muchas mujeres con MBA, especialmente aquellas con cónyuges acomodados, tienden a experimentar una desaceleración en sus carreras tras el nacimiento de su primer hijo. Esto se debe en gran medida a la reducción en las horas de trabajo y a las interrupciones en la trayectoria laboral. El estudio también revela que las penalizaciones salariales por una jornada laboral más corta o cualquier interrupción profesional son extremadamente severas, especialmente en campos como las finanzas y el sector corporativo.
Este trabajo no solo aporta evidencia empírica sobre cómo las mujeres enfrentan barreras profesionales, sino que también subraya la importancia de comprender las dinámicas internas de las empresas y los sectores más competitivos para diseñar políticas que favorezcan una mayor equidad de género.
Implicaciones prácticas del trabajo de Goldin y el debate sobre la brecha salarial
El análisis de Claudia Goldin y sus coautores sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres con MBA plantea la cuestión de si esta disparidad es principalmente el resultado de elecciones personales. Al observar que las mujeres tienden a trabajar menos horas, interrumpen más sus carreras y priorizan la familia tras la maternidad, podría interpretarse que las diferencias salariales emergen como una consecuencia de preferencias intrínsecas, es decir, decisiones que las mujeres toman libremente para equilibrar su vida personal y profesional. Esto parece alinearse con la teoría de la “feminidad” en el modelo de dimensiones culturales de Geert Hofstede, que sugiere que las sociedades con mayor orientación hacia valores femeninos tienden a valorar la calidad de vida y el bienestar personal sobre el éxito competitivo y la obtención de riqueza, lo que podría reflejarse en el comportamiento de muchas mujeres profesionales.
Sin embargo, hay un debate en torno a la idea de si estas decisiones son realmente “libres” o si están condicionadas por expectativas culturales y limitaciones estructurales. Thomas Sowell, en su obra sobre discriminación y disparidades, argumenta que las diferencias en los resultados económicos no siempre son el producto de injusticias o barreras sistémicas. Según él, muchas veces se derivan de elecciones individuales, preferencias personales y circunstancias familiares. Esto podría respaldar la interpretación de que las mujeres con MBA que optan por jornadas laborales más cortas o por interrumpir su carrera lo hacen por una elección racional basada en sus prioridades personales.
Por otro lado, Friedrich A. Hayek enfatizó en sus teorías sobre el orden espontáneo que los mercados reflejan las preferencias y decisiones de los individuos. Desde esta perspectiva, la brecha salarial sería una manifestación del libre mercado, donde las elecciones individuales, y no la discriminación, son la principal causa de las diferencias económicas. Las mujeres, al priorizar la vida familiar, estarían expresando libremente sus preferencias, y la desigualdad salarial reflejaría simplemente las diferentes metas que persiguen hombres y mujeres.
No obstante, este argumento puede ser incompleto si se ignora el peso de las expectativas culturales y los costos sociales que enfrentan las mujeres en el mundo profesional. Goldin señala que muchas de las barreras que encuentran las mujeres en su trayectoria profesional están directamente ligadas a las políticas de conciliación laboral, la escasa flexibilidad de los horarios y las penalizaciones económicas por interrupciones en la carrera. Estas limitaciones no son simplemente una consecuencia de preferencias personales, sino también de un entorno laboral diseñado alrededor de un ideal masculino de trabajo continuo y sin interrupciones, como destacaría Hofstede en su análisis de sociedades con valores más “masculinos”, donde el éxito profesional y la ambición económica son altamente valorados.
El trabajo de Goldin también plantea la pregunta de si las mujeres están realmente motivadas por la tranquilidad y el equilibrio familiar, como algunos de estos modelos parecen sugerir, o si estas preferencias se ven amplificadas por un entorno que no acomoda plenamente la doble responsabilidad de la maternidad y la carrera. Las severas penalizaciones por interrupciones en la carrera, que Goldin documenta en sectores como el financiero, sugieren que las mujeres enfrentan costos desproporcionados por desviar su trayectoria profesional, lo que podría estar condicionando sus decisiones en lugar de ser una preferencia libremente escogida.
En resumen, aunque el enfoque de Goldin puede alinearse en parte con las teorías de Sowell y Hayek al sugerir que las brechas salariales reflejan elecciones individuales, su trabajo también deja claro que estas elecciones están enmarcadas dentro de un sistema que penaliza desproporcionadamente a las mujeres por cumplir con roles tradicionalmente asociados con la feminidad, como la maternidad. Esto resalta la importancia de considerar tanto las preferencias personales como las restricciones estructurales y culturales al abordar la cuestión de la desigualdad salarial.