Autómata ajedrecista

Lo esencial de la obra científica de Leonardo Torres Quevedo se encuentra en su escrito titulado “La Automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones” publicada en 1914. Treinta años antes del nacimiento de la moderna teoría de la computabilidad y de los primeros ordenadores y cuarenta antes de que se formulase el programa de investigación de lo que hoy llamamos inteligencia artificial, Torres Quevedo publicó un profético ensayo sobre autómatas

Torres Quevedo construyó los ajedrecistas para demostrar su idea de que hay que aumentar la capacidad intelectual de las máquinas para que sustituyan al hombre en algunos trabajos hasta entonces reservados a la inteligencia humana.

Se podría  haber construido un ajedrecista a la manera tradicional como un autómata compuesto por dos muñecos que jugasen siempre una misma partida lo más parecidos posible a dos jugadores auténticos. Pero el inventor quiso construir una máquina que jugase sabiendo lo que hace, observando las jugadas de su contrincante el cual procede con entera libertad, y contestando a ellas en forma adecuada.

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El primer ajedrecista data del año 1912. Se trata de un modelo experimental que presenta en París en 1914. En el año 1920 construye en el laboratorio de Automática el segundo ajedrecista introduciendo mejoras notables en lo que se refiere a su presentación. Desde el punto de vista automático no ofrece ningún perfeccionamiento esencial con relación al primero.

Los ajedrecistas no juegan una partida completa sino que se trata del final de partida de torre y rey contra rey. El ajedrecista conduce las fichas blancas y su movimiento está basado en un complicado mecanismo compuesto de ejes, tambores… El segundo ajedrecista funcionaba a través de unos electroimanes situados debajo del tablero, por lo que las piezas daban la impresión de moverse solas, lo que causaba un gran impacto en el público.

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