La llegada a occidente de ejemplares (vivos y conservados) de especies exóticas, la aparición de colecciones públicas de historia natural y la proliferación de publicaciones científicas ilustradas suscitaron en la Inglaterra victoriana un gran interés por la naturaleza, en general, y por la fauna y la flora propias de tierras lejanas, en particular. Algo que en el caso de aquellos animales y plantas especialmente bellos quedaría reflejado en la moda y las artes suntuarias. Esto es lo que sucedería con ciertos insectos y también, con los colibríes. Diminutas avecillas americanas famosas por lo vistoso de su plumaje, que muchas veces presenta brillo metálico o es iridiscente.
Los colibríes de Gould o el nacimiento de una fascinación
En Inglaterra los colibríes fueron conocidos por el gran público gracias a John Gould. Consumado taxidermista, Gould fue el más reputado ornitólogo victoriano y un gran amante de estos pajaritos. Tanto que llegó a reunir unos 1.500 ejemplares, disecados en posturas realistas, de alrededor de 320 especies de los mismos3. Lo cual, si tenemos en cuenta que existen 373 especies de colibríes, nos permite hacernos una idea de lo completa que era esta colección.
En 1851, durante la Gran Exposición de Londres, Gould presentó sus colibríes en los Regent Park Zoological Gardens. Allí serían contemplados por multitud de personas. Entre otras por John Ruskin y Charles Dickens quien, ante la hermosura de los pájaros, diría:
‘Quienes han conseguido un ejemplar considerado único son mirados con la misma clase de envidia admirativa que rodea al propietario de un auténtico Correggio’4.
En cuanto al crítico de arte, la muestra lo dejó tan impactado que llegó a afirmar:
‘Si me hubiera dedicado a las aves, podría haber producido algo que valiera la pena’5.
Por supuesto, la muestra de Gould también recibiría la visita del príncipe Alberto y de la reina Victoria, quien escribiría posteriormente en su diario:
‘ … es imposible imaginar algo tan hermoso como estos pequeños colibríes, su variedad, y el extraordinario brillo de sus colores’6.
La aportación de Gould a la Gran Exposición no solo estuvo relacionada con la taxidermia. Excelente ilustrador científico, el editor y pionero de la ornitología llevó a la muestra algunas de las 360 litografías que incluiría en su magnífica A Monograph of the Trochilidae, or Family of Humming-Birds (Una monografía de los Trochilidae, o familia de los colibríes)7. Dibujadas y coloreadas a mano por Gould y su asistente Henry Richter, estas estampas imitaban con sorprendente realismo el colorido y la brillantez propios de las plumas de los colibríes mediante una técnica recién patentada8 que implicaba aplicar aceites transparentes y panes de oro y plata y además, llevar a cabo lavados de color9.
Exhibidas en la sección de bellas artes de la Gran Exposición, las ilustraciones de Gould contribuyeron a aumentar aún más la atracción que los victorianos sentían por las avecillas11. Una fascinación que daría lugar a la colibrimanía o fiebre del colibrí. Curioso fenómeno que dejaría huella en la moda12 y la joyería británicas.
Joyas emplumadas
Muy cotizadas actualmente, las joyas victorianas se caracterizan, además de por sus diseños y por los procedimientos seguidos en su fabricación, por la gran variedad de materiales con los que fueron elaboradas16. Algunos de ellos, como el oro, la plata y el platino, las gemas, el nácar y las perlas, el coral, el esmalte, … , siguen siendo utilizados. Otros, sin embargo, nos parecen hoy insólitos e incluso macabros. Este es el caso de los cabellos y dientes humanos. Y también, el de ciertos animales que, debido a su atractivo y novedad, resultaban de lo más sugestivos. Por ejemplo, los colibríes.
Pendientes hechos con dos cabezas de colibríes disecadas montadas en oro. Gran Bretaña, c. 1865. Dominio Público. Fuente: The Metropolitan Museum of Art.
Aunque siniestro, el uso de cabezas y plumas de colibrí como sustitutas de las piedras preciosas no dejaba de tener su lógica. Y es que, estas ‘gemas vivas’, ‘gemas voladoras’17, ‘gemas emplumadas’18 o ‘gemas del sol’19 semejantes a diamantes20, rubíes, topacios e incluso a esmeraldas y con un plumaje que desafiaba toda descripción21 eran realmente:
“ … joyas en sí mismas, sus colores se comparaban a los de las piedras preciosas: como escribió un periodista, cuando miraban sus cabezas ‘no parecían otra cosa que un recorte de papel llameante engastado por un joyero bajo un fragmento de cristal tallado rojo, y sus pechos eran como de crisoprasa y sus alas de sardónice, de color pardo rosado … ’”22.
Las joyas con plumas y cabezas de colibrí estuvieron muy de moda entre los años 1860 y 188025. En Inglaterra el primero en fabricarlas fue Harry Emanuel, proveedor de la Casa Real y uno de los tratantes de diamantes londinenses más importantes26.
Hijo de un joyero especializado en marfil cuyo negocio heredó en 1855, Emanuel registró una patente con fecha de 5 de julio de 1865 que establecía un método para producir creaciones de joyería totalmente novedosas:
‘Emanuel, H. Especificación de Harry Emanuel, Adornos para uso personal. Patente británica. No. 1779 (1865)’.
‘Para este propósito confecciono una montura con oro, plata, u otro material metálico o rígido, por fundición, corte u otro procedimiento, y de cualquier forma deseada; a esta le pego plumas o plumaje27 de pájaros, prefiriendo aquellos que son famosos por sus variados efectos de color y luz; las fijo por medio de goma laca, u otra masilla o pegamento, o sustancia adhesiva, con la que se obtenga una firme sujeción. El conjunto puede ser rematado con gemas u otra ornamentación deseada28’.
Pese a que Emanuel no lo indica en su patente, hoy sabemos que las cabezas de colibrí que usaba en sus joyas eran tratadas con polvo o solución de arsénico y también que no se les extraían los cráneos. Lo cual quiere decir que compatibilizó su método con las técnicas taxidérmicas tradicionales29. Por otro lado, sustituía los picos por otros de metal30 y sentía predilección por los machos de colibrí rubí y probablemente, de esmeralda rabicorta.
Las creaciones de Emanuel (pendientes, collares y broches que en ocasiones se vendían combinados) no tardarían en ser descubiertas por la prensa femenina. Así, en su número de 26 de agosto de 1865 The Queen, The Ladies’ Newspaper and Court Chronicle informó de que una:
‘novedad en joyería es un par de cabezas de colibríes engarzadas en unos pendientes, cuyas plumas cambian de color y brillan más bellamente que cualquier gema’31.
Y poco después de esto (concretamente, en septiembre de 1865) la misma publicación describió un demiparure (semiconjunto) de broche y pendientes con cabezas de colibríes expuesto en el establecimiento del prestigioso joyero32.
Aparte de Emanuel, otras dos afamadas firmas inglesas elaboraron alhajas a partir de colibríes. Estas fueron Ward & Co. y A. Boucard, las cuales presentaron en la Exposición Internacional de Londres de 1872 una serie de piezas, nacidas de la unión entre la taxidermia y la orfebrería, que fueron consideradas ‘ejemplos de belleza’33.
Tan sofisticadas como frágiles, las joyas fabricadas con colibríes llegaron a ser muy apreciadas por las damas más acaudaladas. Y no solamente por su valor estético. También porque podían servirse de ellas para hacer alarde de su elevado estatus social. En parte porque eran artículos de lujo. Y en parte porque su uso estaba ineludiblemente ligado a un estilo de vida ocioso. Al fin y al cabo lucirlas sin dañarlas era totalmente incompatible con realizar cualquier trabajo productivo34.
Víctimas de la moda
Como era de esperar, la creciente popularidad de las joyas con plumas y cabezas de colibríes contribuyó a fomentar la caza indiscriminada de estas aves. Una práctica que las convirtió en literalmente fashion victims al ponerlas en peligro de extinción. Lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta que en Londres, ‘la Meca mundial de los asesinos de la pluma’ según el zoólogo William Hornaday35, se vendieron solo en 1888 unas 400.000 pieles de estos pajaritos36.
Por suerte para los colibríes, y para el resto de las aves masacradas por culpa de las modas, a mediados de la década de los 1870 surgieron numerosas protestas contra su utilización para el adorno personal37. Entre ellas las del ornitólogo Alfred Newton, que con su carta publicada en el número de 28 de enero de 1876 de The Times38, se convirtió en uno de los pioneros de un movimiento que desembocaría en la creación de una de la principales organizaciones conservacionistas del mundo: la Royal Society for the Protection of Birds.
Agradecimientos
A Inés Marcos Manso, por interesarse por mis investigaciones y animarme a continuarlas. Desde aquí, muchas gracias.
Bibliografía
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- Nombre científico: Lamprocyphus augustus (J.C.W. Illiger, 1801). ↩︎
- Soth (2020); Tolini (2002); V&A Museum (2007). ↩︎
- Gere & Rudoe (2010: 227); Siskg1 (2012). ↩︎
- Rundell (2022). ↩︎
- Rundell (2022). ↩︎
- Rundell (2022); Siskg1 (2012). ↩︎
- Gould (1861a). ↩︎
- Respecto a esto, en el catálogo oficial de la Gran Exposición aparece registrado lo siguiente:
‘247 GOULD, J. 20 Broad St. Golden Sq. Inv.- Un nuevo modo de representar la coloración luminosa y metálica de los Trochilidae’ (Authority of the Royal Commision, 1851: 152). ↩︎ - Siskg1 (2012). ↩︎
- Nombre científico: Florisuga mellivora (Linnaeus, 1758). ↩︎
- Siskg1 (2012). ↩︎
- ‘Ellos se posan descaradamente en los sombreros, con las alas extendidas’ (Gere & Rudoe, 2010: 227). ↩︎
- Hale (1863: 125, 197). ↩︎
- Nombre científico: Thaumastura cora (R. Lesson & Garnot, 1827). ↩︎
- Volpi (2016: 128) ↩︎
- Gere (1972); Soth (2020); Tolini (2002). ↩︎
- Goodrich (1875: 101, 103) ↩︎
- Syperek (2015: 191). ↩︎
- Wallace (1877: 776). ↩︎
- Después de ver los colibríes de Gould, un reportero de la publicación satírica Punch afirmó muy poéticamente que podría pensarse que ‘las maravillas aladas se han alimentado de esmeraldas, zafiros, diamantes, topacios; de todas las preciosas joyas de la tierra’ y los comparó con el famoso diamante Koh-i-Noor (‘Montaña-de Luz’, en persa):
‘Hay un colibrí-…-que podemos presentar como un digno rival de la Montaña-de-Luz. ¿Uno?-Hay cientos de koh-i-noors emplumados’ (Anonymous, 1851: 229). ↩︎ - ‘Su plumaje realmente desafía toda descripción’ (Goodrich, 1875: 101, 103). ↩︎
- Gere & Rudoe (2010: 227). ↩︎
- Wallace (1877: 777). ↩︎
- Gould (1861b: 26). ↩︎
- Tolini (2002); V&A Museum (2003). ↩︎
- Gere & Rudoe (2010: 227). ↩︎
- El plumaje es el conjunto de las plumas de un ave. ↩︎
- A veces los ojos eran reemplazados por otros de pasta vítrea de color (Gere & Rudoe, 2010: 227; Sofer, 2009; V&A Museum, 2003). ↩︎
- Sofer (2009). ↩︎
- Syperek (2015: 191). ↩︎
- Syperek (2015: 191). ↩︎
- Gere & Rudoe (2010: 227). ↩︎
- Tolini (2002); V&A Museum (2003). ↩︎
- Syperek (2015: 191). ↩︎
- Souder (2013). ↩︎
- Siskg1 (2012). ↩︎
- Gere & Rudoe, 2010: 230. ↩︎
- En su escrito Newton manifestó el horror que le produjo descubrir las enormes cantidades de plumas (entre ellas, de colibrí) que se vendían sin cesar en las subastas de Londres (Royal Society for the Protection of Birds, 1911: 6, 7). ↩︎