piedra viva

La piedra natural, desde los monumentos megalíticos hasta la arquitectura del poder pasando por las construcciones vernáculas, connota una serie de valores simbólicos y estéticos de trascendencia, firmeza, constancia e identidad  que le otorgan su carácter específico y que, por otra parte, la han lastrado en su adaptación al lenguaje arquitectónico de la modernidad.

En todas las épocas la piedra ha mostrado dos vertientes; una estructural, en forma de mampuestos, sillares y dovelas; y otra ornamental, de revestimiento o aplacado, ya sea en pavimentos o en muros. Con la llegada de los nuevos materiales en la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX la función estructural de las fábricas de piedra se vio desplazada por las estructuras reticuladas de acero y de hormigón. La función de revestimiento, a su vez, sufrió otro desplazamiento, en este caso por causas estéticas: la idea de falta de sinceridad que ofrecen los revocos, en el caso de morteros, y los aplacados, en el caso de las piedras, relegó a estos materiales a un ostracismo generalizado salvo por notables excepciones como los ónices de Mies y los mármoles de Aalto.

Desde el punto de vista estrictamente comercial, durante el siglo XX la explotación de las canteras continuó su actividad suministrando materiales fundamentalmente para pavimentos y  fachadas ventiladas.  La industria minera se aprovechó de los desarrollos tecnológicos en las herramientas, como los telares, los discos y los diamantes sintéticos, para afinar y afilar su capacidad de corte de modo que pudieran fabricar láminas cada vez más finas y con la mayor homogeneidad posible. De este modo, la piedra, llevada al límite se empieza a confundir con una cerámica que a su vez es de dimensiones cada vez más grandes y de texturas cada vez más complejas.

De hecho, en su afán de adelgazar, la piedra ha ido perdiendo por completo su esencia hasta llegar a productos de espesor centimétrico o incluso milimétrico como los micropaneles o los revestimientos flexibles de laminados pétreos con fibra de vidrio y adhesivos de última generación. 

Pero esta desnaturalización no tiene por qué ser negativa; puede dar lugar a una nueva manera de entender la piedra, como un material traslúcido, heredera en este caso de los alabastros romanos. Así la encontramos, por ejemplo en obras como la Fundación Miró en Mallorca de Moneo o la Caja General de Granada de Campo Baeza; o la piedra ligera, en forma de celosía, de Kengo Kuma en la Casa Lotus o en la Plaza Chokkura. También desnaturalizada, aunque de un modo muy distinto, está la piedra los baños de Vals, donde Zumthor imita a la geología con la geología.

Estas experiencias entroncan con los avances en los sistemas de corte de la piedra que la adelgazan, hasta hacerla traslúcida y poder encapsularla entre policarbonatos o vidrios, como en la fachada retroiluminada de la Universidad Rey Abdulah en Arabia Saudí. Y en el sentido inverso permiten fabricar grandes formatos e incluso alcanzar la doble curvatura en piedra en tiempo y costos razonables. Por otra parte los sistemas de corte actuales de alta precisión, con chorro de agua a presión manejado mediante control numérico, podrían permitir la colaboración de nuevo en la arquitectura de los artistas plásticos, como en el Aropuerto Nacional de Washington de César Pelli, en el que se elaboraron dieciocho medallones en mosaico de mármol.

Nos vemos ante una generación de maquinaria que produce piedra en grandes formatos tanto en paneles prefabricados autoportantes o de aplacado; o en forma de piezas monolíticas como en las bodegas de Solan-Vauvert, por Perraudin Architectes, con bloques de caliza de cincuenta y dos centímetros para aprovechar la inercia térmica, o en las expresivas e inquietantes obras de Antón García Abril en Santiago: el Centro de Altos Estudios Musicales y la sede de la Sociedad General de Autores y Editores, con su acabado tan característico, enfatizando la huella de la extracción al mostrarnos los laterales barrenados. Y es que el ámbito de los acabados también ha experimentado un notable avance en los últimos años. Han aparecido nuevos tratamientos como el ranurado, el envejecimiento químico o mecánico, o la extensión del flameado. También cabe destacar la aplicación del láser o la fotografía sobre piedra, todavía ambas en fase experimental.

Sin embargo es en el campo del volumen, donde la piedra carece de rival. La industria cerámica está lejos de fabricar sillares, y las nuevas técnicas de fabricación digital pueden revitalizar la cantería. Giusseppe Fallacara lo anuncia en Hacia una nueva estereotomía, las tecnologías CAD-CAM, a los escáneres volumétricos y las máquinas de corte con hilo diamantado de doble curvatura, o la fresadora 3D hacen posible nuevos diseños autoportantes, como ha mostrado el propio Fallacara con sus colaboradores mediante múltiples prototipos. Falta todavía un pequeño avance en los sistemas de cálculo estructural y la formación de los nuevos canteros, que sustituirán la maza y el cincel por el ordenador. Como se demuestra en el taller permanente de innovación en piedra que supone la obra de la Sagrada Familia, señalado por autores académicos como uno de los puntos de inicio de la aplicación de las nuevas tecnologías a la construcción en piedra. En este sentido, los estudios y experiencias prácticas sobre estereotomía clásica de profesores como Hyman en Cambridge o  Rabasa, Huerta y Palacios en Madrid, si bien su objeto es el patrimonio en piedra, han contribuido al fomento de la nueva cultura de la piedra, además de promover la nueva estereotomía que anuncia Fallacara.

Otra de las obras más señaladas por diversos autores como señera en la recuperación del prestigio de la construcción en piedra, que daría lugar a todo este movimiento tecnológico de cortes, acabados, sistemas de unión, etc. es la Galería del Estado en Stuttgart de James Stirling al inicio de los años ochenta. Pero quizá sean los proyectos de Gehry (la Sala de Conciertos de Walt Disney, el Centro Americano de París y el Guggenheim de Bilbao), las que más hayan impulsado la aplicación de la talla por control numérico de piezas de geometría compleja. En el otro extremo se situarían los gaviones de Herzog y De Meuron en las Bodegas Dominus, usando piedra casi sin forma pero con toda su carga simbólica. Otros ejemplos de la recuperación del lenguaje arquitectónico en piedra son las obras de Moneo, en el Ayuntamiento de Murcia o el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Siza. Tampoco hay que olvidar las actuaciones de Christoph Mäckler en el Lindencorso de Berlín, con un tratamiento superficial de la piedra que olvida la planeidad y retorna al relieve, como uno de los signos de la construcción de fábricas previo al lenguaje del movimiento moderno.

Otro de los intentos importantes de resurrección de las estructuras de piedra es la arquitectura tensada de Piano y Rice en los arcos antisísmicos de la Iglesia de Peregrinación del Padre Pío; la de Martorell, Bohigas, Mackay con el mismo ingeniero, Peter Rice, en el Pabellón del Futuro de la Expo de Sevilla con elementos prefabricados de hasta cinco metros a base de piezas de granito Rosa Porriño tratados como si fueran elementos de hormigón pretensado; o la arquitectura de pilares y dinteles de piedra tensados con acero inoxidable de Michael Hopkins en el Queen´s Building Emmanuel College, en Cambrige. Intentos todos que se apoyan también en los avances tecnológicos.

Pero no todo es expresión y forma estructrural en el mundo de la piedra, también hay que atender al resto de los aspectos constructivos relacionados con resistencia, estabilidad, estanqueidad, confort, durabilidad. Para lo cual conviene conocer y ensayar las propiedades físicas y mecánicas de las distintas variedades de piedra: densidad, porosidad, resistencia a flexión y compresión, módulo elástico, resistencia a los anclajes, conducción térmica, inercia, etc. Con grandes diferencias entre variedades, incluso de un mismo tipo de piedra, y más allá, dentro de una misma variedad, según su posición de cantera o su proceso de extracción y acabado superficial.

Un mundo de matices en el que las características sensoriales de la piedra, en especial color y textura son imprescindibles para el encaje en el paisaje, para su relación con el medio. Por eso la piedra siempre ha estado vinculada de modo natural a su lugar de extracción. Pero ahora, la globalización puede provocar paradojas como la de colocar piedra china en Galicia para imitar piedra gallega.

En este sentido, las propiedades ambientales van a cobrar especial relieve en los próximos años. Cuestiones tales como la obligatoriedad de una Declaración Ambiental de Producto o un detallado Análisis de Ciclo de Vida para cada variedad comercializada pondrán de manifiesto que no vale todo en el mundo de la piedra. También se podrán evaluar de otro modo los distintos sistemas constructivos y puede que cuando se cuantifiquen energía embebida, emisiones de dióxido de carbono, consumo de agua, residuos, contaminación por ruido o partículas volátiles no todo sean fachadas ventiladas de aplacados. 

Estudios recientes sostienen que la construcción con materiales locales y construcción tradicional permite reducir la energía por fabricación y transporte de un modo drástico. Por otra parte resulta innegable la capacidad de reutilización –el mejor reciclado– de la piedra. Se la puede considerar como un material de bajo impacto ambiental siempre y cuando sea extraída cerca de su lugar de empleo, no se la procese demasiado y se use de un modo apropiado a sus características. De modo que la recuperación de los sistemas constructivos cercanos conceptualmente a las fábricas de junta seca, mampostería o sillería puede que sea una alternativa no solo de futuro sino de presente.