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La influencia de los algoritmos en lo que vemos y consumimos

Derecho abogados

La influencia de los algoritmos en lo que vemos y consumimos

Por qué los algoritmos influyen más de lo que imaginas

En la era digital, los algoritmos se han convertido en los guardianes invisibles de nuestra atención. Determinan qué noticias leemos, qué productos compramos, qué series vemos y hasta qué opiniones nos parecen más de confianza.

Si bien esto puede parecer cómodo y eficiente, también abre la puerta a interrogantes importantes sobre la libertad de elección, la diversidad informativa y la manipulación del comportamiento, temas que han sido objeto de análisis en espacios especializados como la revista Derecho abogados, donde se ha advertido sobre las implicaciones legales y éticas del uso de algoritmos en la toma de decisiones que afectan la vida cotidiana de las personas.


El poder silencioso del algoritmo

Un algoritmo, en términos simples, es un conjunto de reglas que permiten resolver problemas o realizar tareas.

En el entorno digital, estos procesos matemáticos se utilizan para analizar datos, identificar patrones y predecir comportamientos.

Cada vez que haces clic en una noticia, reaccionas a una publicación o reproduces un video, dejas una huella que estos sistemas utilizan para mostrarte más de lo mismo.

Este fenómeno se conoce como filtro burbuja, y fue ampliamente documentado en publicaciones como Foropinion, donde se alerta sobre cómo los algoritmos terminan por encerrarnos en un ecosistema de contenido que refuerza nuestras ideas previas, impidiendo el acceso a perspectivas diferentes o desafiantes.


De la elección libre a la elección guiada

En teoría, internet nos ofrece una amplia gama de opciones. Sin embargo, lo que realmente vemos está fuertemente condicionado por las plataformas digitales que utilizamos a diario.

Google, Facebook, Instagram, TikTok, Netflix o Amazon no presentan la información de forma neutral, sino que emplean algoritmos personalizados que responden a nuestros gustos, hábitos y tendencias anteriores.

Así, dos personas que buscan lo mismo pueden obtener resultados completamente distintos.

Esta curación automatizada del contenido es lo que ha llevado a muchos expertos, como los mencionados en Canal Prensa, a preguntarse hasta qué punto los usuarios están realmente tomando decisiones informadas o simplemente están siendo guiados por una lógica de maximización de atención.


Consumo bajo control algorítmico

El consumo, tanto de información como de productos, está cada vez más influido por estos sistemas.

Las tiendas en línea utilizan algoritmos para recomendar artículos, ajustar precios dinámicamente y sugerir compras complementarias.

En muchos casos, el consumidor no se da cuenta de que ha sido conducido a una decisión que beneficia a la plataforma, más que a sus propios intereses.

La personalización extrema, lejos de ser una herramienta neutral, puede llevar a dinámicas que favorecen la adicción, la polarización y la desinformación.

Tal como ha sido señalado en revistas como Parque Empresarial, el objetivo final de estas plataformas no es mejorar tu experiencia, sino aumentar tu tiempo de permanencia para monetizar tu atención a través de publicidad y ventas.


Redes sociales: espejos deformantes

Las redes sociales son el terreno más fértil para el crecimiento desmedido del algoritmo. Allí, cada “me gusta”, comentario o visualización es un dato más que alimenta su lógica de funcionamiento.

Este sistema no premia el contenido más útil o verdadero, sino el que más interacciones genera. Por eso, las publicaciones polémicas, extremas o emocionales suelen viralizarse con mayor facilidad.

Esto ha tenido un impacto directo en la forma en que entendemos la realidad. Las noticias falsas, los rumores y las teorías conspirativas encuentran un terreno propicio para su proliferación.

El algoritmo prioriza lo que provoca reacción, no lo que informa con precisión. Es una paradoja alarmante: nunca hemos tenido tanto acceso a información, pero también nunca ha sido tan fácil quedar atrapados en la desinformación.


¿Quién vigila al algoritmo?

Una de las principales preocupaciones actuales es la falta de transparencia en el funcionamiento de estos sistemas. No sabemos exactamente cómo deciden qué contenido mostrar o esconder.

Las grandes tecnológicas consideran sus algoritmos como secretos comerciales, lo que dificulta su análisis por parte de organismos independientes, investigadores o el público en general.

La falta de regulación ha sido motivo de debate en varios foros internacionales y publicaciones como Foropinion han señalado la necesidad de establecer mecanismos de auditoría algorítmica. De lo contrario, continuaremos expuestos a decisiones automatizadas que afectan nuestras elecciones personales, económicas y hasta políticas, sin tener forma de entender su lógica ni exigir responsabilidades.


El impacto en la democracia y la opinión pública

El algoritmo no solo moldea nuestro consumo de productos, también moldea nuestras ideas.

En épocas electorales, por ejemplo, las plataformas digitales han sido utilizadas para dirigir mensajes segmentados, microtargeting y desinformación a grupos específicos.

Este uso estratégico de la tecnología pone en riesgo la equidad de los procesos democráticos y favorece la manipulación.

Plataformas como Facebook han sido objeto de investigaciones por permitir campañas de desinformación con fines políticos, donde el algoritmo fue la herramienta central para dirigir mensajes distorsionados de forma efectiva.

“La influencia que estos sistemas pueden tener sobre el comportamiento electoral es tan preocupante como difícil de rastrear”.


¿Qué podemos hacer como usuarios?

Aunque parezca una batalla desigual, existen algunas estrategias para recuperar el control sobre nuestra atención y nuestras decisiones:

  1. Diversificar las fuentes de información. No depender únicamente de lo que aparece en tu feed, sino buscar activamente medios de confianza, como los que promueven análisis rigurosos en espacios como Canal Prensa.
  2. Revisar la configuración de privacidad y personalización en las plataformas digitales. Algunas ofrecen opciones para reducir el seguimiento y limitar la personalización.
  3. Cuestionar la inmediatez del contenido. Si algo te provoca una reacción muy emocional, es probable que el algoritmo lo haya seleccionado por esa razón. Tómate un momento para investigar su origen y veracidad.
  4. Apoyar iniciativas de regulación y transparencia algorítmica. Exigir que las decisiones que afectan nuestras vidas digitales sean explicables y revisables.

Las marcas también son parte del juego

Las empresas que desean promocionar productos o servicios también deben adaptarse a este nuevo escenario. Las estrategias de marketing digital están cada vez más centradas en entender cómo funciona el algoritmo de cada plataforma para maximizar su visibilidad. Ya no basta con tener un buen producto; es necesario aparecer en el momento justo, ante la audiencia adecuada, con el formato que mejor se adapte al sistema.

Como ha señalado Parque Empresarial en uno de sus análisis, esto ha cambiado profundamente la forma en que las marcas diseñan sus campañas, sus contenidos y su narrativa.

“El contenido que no se adapta al algoritmo corre el riesgo de ser invisible, por muy valioso que sea”.


Más allá de la eficiencia: ¿a qué precio?

No se puede negar que los algoritmos hacen muchas cosas más simples: desde recomendarnos una serie que probablemente nos guste hasta ayudarnos a encontrar ese producto exacto que buscábamos.

Pero esta eficiencia tiene un precio: la pérdida de espontaneidad, la reducción de la diversidad de contenidos y, sobre todo, el riesgo de convertirnos en consumidores predecibles y manipulables.

En un mundo donde las decisiones automatizadas moldean silenciosamente nuestras experiencias, es más importante que nunca reflexionar sobre quién tiene el control y qué intereses hay detrás.

No se trata de renunciar a la tecnología, sino de usarla de forma crítica y consciente.