El covid-19, ¿un cambio de tendencia global?
Ya llevo dos semanas encerrado en casa sin poder relacionarme con mis amigos y familia más que de manera virtual, sin poder disfrutar de los placeres de estar con una persona, teniendo una conversación normal. Esto, al igual que me ocurre a mí, les sucede a millones de personas que se están viendo afectadas por las medidas para frenar el contagio del covid-19. Hemos leído y escuchado en las noticias miles de problemas que están sucediendo a raíz de la expansión del virus, que cada vez afecta a más países de los 5 continentes más poblados.
Los datos de la World Health Organization, que informan de más de 600.000 infectados y 28.000 muertes totales en todo el mundo (28 de marzo), muestran también que el grupo de edad de los >80 años es el más afectado por la mortalidad de la infección.
A lo largo del tiempo transcurrido desde que en España se decretase el estado de alarma impuesto por el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, los españoles hemos visto cómo surgían grandes problemas sociales y económicos debido a esta crisis; el IBEX-35 baja de los 7.000 puntos (frente a los 10.000 donde se encontraba el 19 de febrero), muchas PYMES se han visto obligadas a cerrar sus negocios y otras grandes empresas han aplicado ERTEs para disminuir el coste de producción, lo que ha supuesto y supondrá un enorme aumento del paro en España.
Estas son algunas de las consecuencias que supone esta crisis vírica. Son graves y van a acarrear grandes problemas, sobre todo a las personas con menos recursos y a la clase trabajadora. Pero a pesar de todos los conflictos que han surgido y que van a surgir, podemos poner el punto de vista en otro lugar.
Como James Lovelock desarrolla en su teoría, la Tierra (Gaia), funciona como un organismo vivo autorregulable, autocambiante y coherente que abarca desde el centro de la Tierra hasta el fin de la atmósfera (“The Ages of Gaia”,1979). Según Lovelock, Gaia integra la biosfera y los componentes físicos terrestres (atmósfera, litosfera, hidrosfera y criosfera) con el objetivo de mantener un equilibrio homeostático entre las condiciones climáticas y bioquímicas. Según su teoría, la Tierra se autorregula como un ser vivo más; es capaz de curar heridas, de hacer crecer los suborganismos que en ella habitan, de regular su temperatura y de terminar con las enfermedades que ponen en riesgo su existencia.
El impacto de nuestras acciones sobre la Tierra viene expresado por la ecuación IPAT:
Impacto= población × riqueza × eficacia × tecnología
Un producto de cuyos factores solo dependen dos de las decisiones tomadas por los gobiernos de los países. La población y la riqueza están relacionados. Actualmente, la población mundial alcanza los 7.715 millones de personas (UNPFA), una cifra que va en aumento y que se espera que llegue a los 9.700 millones para el año 2050 (ONU). Además, los países con menos riqueza como los países africanos o India son los que están creciendo con mayor velocidad.
Esta comparación entre continentes nos indica que queda un amplio margen de crecimiento para los países con menos recursos económicos. Mientras que Europa y Norte América han disfrutado de un periodo de crecimiento continuado, Asia (India y países del Sudeste Asiático mayoritariamente), África y Latinoamérica han estado relegados de este privilegio, reservado para algunos pocos países. Con el cambio de mentalidad y el crecimiento de una economía globalizada, estos países han decidido que el derecho a la riqueza y al bienestar económico también les pertenece, tal y como lo llevamos haciendo en Occidente durante tantos años.
Pero como sabemos, los recursos no son ilimitados, actualmente, siguiendo el gráfico del Global Footprint Network y de Per Square Mile, podemos observar claramente que el consumo actual no es sostenible. Con estos datos, conociendo la insostenibilidad del modelo actual de consumo y que países como la India o los países africanos van a seguir creciendo y demandando recursos, la cosa solo puede ir a peor, si no se produce algún cambio radical.
Retomando la visión de Lovelock sobre la Tierra como una diosa griega, Gaia puede que sea la que de paso a ese cambio radical, afectando a uno de los factores que de manera natural se puede modificar: la población.
Al igual que cuando nosotros estamos enfermos, nuestra temperatura aumenta y nuestro sistema inmune se activa, la Tierra puede estar haciendo lo mismo con la enfermedad que sufre, la enfermedad del ser humano. Estos días, con las restricciones de tráfico y de movilidad de los habitantes de las ciudades españolas, hemos podido notar una mejora en la calidad del aire, especialmente en Madrid. Según datos de la Red de Calidad del Aire de Madrid, en una de las zonas con peor calidad de aire (Plaza Elíptica) se han visto reducciones de las concentraciones de contaminantes atmosféricos como NOx.
En otros países como en China e Italia las reducciones también están siendo considerables.
Así mismo y como hemos visto en la Figura 1, el grupo de edad más gravemente afectado por el virus son las personas que superan los 80 años. Durante las últimas décadas, el cambio de las modalidades de trabajo, vivir con más calidad y el desarrollo de las técnicas médicas, ha favorecido el aumento de la esperanza de vida en todo el mundo. Mientras que la esperanza de vida era de menos de 40 años a finales del siglo XIX, actualmente en Europa es de casi 80 años y en África casi 65. Un aumento de la esperanza de vida trae consigo problemas de sostenibilidad en el modelo económico actual, ya que a partir de una edad nuestras capacidades de trabajo se ven mermadas. El desarrollo tecnológico que nos permite vivir más años también hace que aumente el tiempo de vida “ineficiente”, hablando desde el punto de vista del trabajo. En España, el problema de las pensiones no va a tardar en llegar. Una pirámide de población regresiva, donde el valor modal se alcanza a los 40-45 años, pronostica un grave problema, ya que en 30 años tendremos una pirámide prácticamente invertida. ¿Y el virus afecta a las personas mayores más que a las jóvenes? Hablemos de casualidad o de causalidad.
Fuera de hipótesis, está claro que el aumento de la población es un asunto muy grave y que de una manera u otra va a tener que controlarse para poder llevar a cabo una sostenibilidad planetaria.
Al comienzo del texto aparecía la palabra “normal” en referencia a lo que estábamos acostumbrados a tener antes de esta crisis, pero ¿cómo será después? ¿cambiará nuestra forma de pensar definitivamente? ¿dejaremos de lado los pensamientos centrados en un modelo económico de frontera? ¿alcanzaremos la sostenibilidad? ¿a qué tendremos que renunciar? ¿qué va a ser “normal” a partir de ahora?
Autor del post: Daniel Piñeiro Redondo
Estudiante del Grado en Ingeniería en Tecnologías Ambientales de la UPM
Asignatura: Ecología industrial – Profesor: Jorge Rodríguez Chueca
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Interesante reflexión. Esperemos que esta crisis nos ayude a darnos cuenta de las cosas verdaderamente importantes y necesarias. Es importante un cambio de modelo. En un mundo con límites como el que tenemos, debemos ser conscientes de los cuidados a nuestros iguales, al resto de seres vivos y a nuestro entorno. Sin ese compromiso de cuidarnos, sera complicado mantener un planeta que también tiene sus necesidades. Ojalá, que lo “normal” después de esta crisis, sea pensar en todos los seres vivos, en los ecosistemas, en la naturaleza y en el planeta, para conseguir un modelo de sostenibilidad tan necesario para la supervivencia.