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El Árbol de la Vida. 1837.

Dios no hizo al Hombre (y seguramente no hizo nada).

Dibujo del árbol de la vida, según Darwin
Arbol de la Vida

Aunque Charles Darwin no lo dio a conocer al gran público hasta la publicación de “El origen de las especies”, la idea de un árbol de la vida en el que especies similares estuvieran emparentadas y partiesen de un antepasado común (hasta llegar a LUCA, last universal common ancestor) ya la esbozó en un cuaderno de notas unos años antes, allá por 1837.

No era una idea totalmente nueva, había teorías ‘evolucionistas’ desde la antigua Grecia, pero la clave de la propuesta de Darwin fue el mecanismo que generaba la diversidad: la lucha por los recursos del entorno y la supervivencia del más apto.

Darwin tardó mucho en dar a conocer sus descubrimientos, en parte por su carácter metódico pero sobre todo por la rigidez religiosa tanto de su esposa (a la que no quería disgustar) como de la propia sociedad victoriana en la que vivía. Sólo la ‘amenaza’ de que un joven llamado Alfred Rusell Wallace publicara sus observaciones, con las que llegaba a conclusiones iguales a las suyas, le animó a poner en negro sobre blanco todos sus estudios y publicarlos.

Los acalorados debates entre científicos y religiosos pasaron a la Historia. ¿Por qué? Por un lado, porque el proceso de selección natural choca frontalmente con la idea de un Dios Creador de una Naturaleza inmutable. Y por otro, porque equipara al Hombre con el resto de las especies. No somos diferentes. No estamos en la cúspide de la creación, ya que no la hay. Aquello de ‘Dios hizo al Hombre a su imagen y semejanza’ queda en una simple patraña.

Aún hoy, muchos sectores fundamentalistas siguen negando las evidencias, disfrazados de teorías pseudocientíficas como el creacionismo. Es lo que tiene la superstición.

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