9. El capital social

9. El capital social
21 de octubre de 2016 Evaluación y Desarrollo

Dentro de los intangibles adquiere gran interés dentro de la Sociedad del Conocimiento y de los fundamentos científicos del modelo que se propone en el capítulo IV, el capital social (Roman, 2001). Éste puede ser definido como una suma de

recursos potenciales y actuales incorporados, disponibles y con origen en el conjunto de relaciones de un individuo o de una sociedad (Nahapiet & Ghosal, 1996). Estas relaciones en la sociedad actual constituyen una nueva estructura social, un conjunto nuevo de relaciones de colaboración y nuevos procesos  de desarrollo para la creación de conocimiento.

El capital social puede concebirse como una infraestructura de relaciones para actuar de manera colectiva que requiere confianza, reciprocidad y una disposición para colaborar con el fin de lograr objetivos mutuamente beneficiosos (Henderson & Morgan, 1999). El término capital social hace relación a las relaciones, vínculos y redes establecidas entre la gente en el contexto de sistemas sociales más amplios (Coleman, 1988). La esencia del capital social es la buena voluntad y sus efectos en los agentes sociales expresados en flujos de información, influencia y solidaridad útiles para las partes involucradas (Adler & Kwon, 2002).

Al igual que el resto de los intangibles, el capital social tiene una naturaleza multidisciplinar (Koka & Prescott, 2002). Podemos distinguir cuatro principales acercamientos y enfoques (Bueno et al., 2002): teorías del desarrollo, ética y responsabilidad social, gobierno corporativo y el enfoque del capital intelectual. Además del primero —enfoque adoptado en el presente trabajo— ya he comentado como me ha interesado de forma especial el enfoque del capital intelectual y su relación con el desarrollo.

La rápida evolución de la sociedad industrial a la Sociedad del Conocimiento –caracterizada por la importancia de los procesos de creación de conocimiento– está descubriendo la importancia del capital social y la conveniencia de establecer un marco general del desarrollo para la gestión de intangibles que generen beneficios en el futuro. Las actividades sociales tienen un papel fundamental en una sociedad basada en el conocimiento (Lesser & Cothre, 2001). Estas actividades incrementan las capacidades para la creación, intercambio y gestión del conocimiento generado numerosas ventajas competitivas.

El capital social como dinamizador de recursos intangibles para el desarrollo –como los procesos de aprendizaje e innovación– se convierte en un elemento esencial referido a la organización de los agentes locales y a las relaciones entre las personas, entre agentes e instituciones y entre las propias instituciones. El capital social hace de la proximidad física de los agentes e instituciones un activo para construir una inteligencia colectiva, un aprendizaje organizativo (organizational learning), una sociedad que aprende (learning society) capaz de enfrentar los retos de la sociedad actual.

Aunque los primeros trabajos en torno al aprendizaje organizativo se remontan a la década de los años 60, los años noventa son testigos de una explosión de la literatura sobre esta materia tanto desde el campo de la planificación (Argyris, 1978; Argyris & Schon, 1982; Friedmann & Abony, 1976; Friedmann, 1981, 2001) como del capital intelectual (Senge, 1990).

La década de los años noventa se inicia con la publicación por Peter Senge (1990) de su famoso libro The Fifth Discipline, publicación que contribuye extraordinariamente a la popularización de muchas de las cuestiones asociadas al estudio del aprendizaje organizativo. El aprendizaje se convierte en un concepto que se puede aplicar a las personas, los equipos y las organizaciones.

El aprendizaje organizacional supone la búsqueda de herramientas o mecanismos que permitan convertir el conocimiento de las personas y equipos de la empresa en conocimiento colectivo. Un conocimiento que permita aumentar las capacidades de una determinada población de forma que pueda resolver problemas cada vez más complejos.

El aprendizaje organizativo es la base de una buena gestión del conocimiento (Carrion, 2000). Ésta última se ha convertido en una de las principales cuestiones de estudio en el ámbito de la gestión. Se trata de la gestión de los activos intangibles, la mayoría de los cuales tienen que ver con procesos relacionados con la captación, estructuración y transmisión de conocimiento. En el campo del desarrollo se ha de tratar de una gestión centrada en las personas, su aprendizaje y capacitación, más que una simple gestión de la información que facilite su utilización.