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Ecoductos: Puentes verdes para la fauna

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Leví García Sánchez-Torija

Como todos conoceremos, hoy en día y desde hace tiempo existen tres tipos de transporte, tanto de pasajeros como de mercancías: marítimo, terrestre y aéreo. Todos ellos tienen sus ventajas y sus inconvenientes, pero este post se centra en un inconveniente concreto del transporte terrestre, al que varios países han propuesto soluciones para reducir el impacto que éste causa sobre la fauna.

El ser humano, desde tiempos inmemorables, se mueve por el territorio, y la forma con que lo hace ha ido evolucionando en el tiempo gracias a descubrimientos y a la tecnología.

Como decía Antonio Machado, “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, y es así es como se hizo, tanto por animales como por humanos, la primera “infraestructura” de transporte terrestre, y del transporte en general. Posteriormente, algunas civilizaciones ya pavimentaban calles antes de Cristo y con el tiempo, esto ha ido evolucionando; sin embargo, el cambio radical fue con llegada del ferrocarril y, más tarde, del automóvil.

Las infraestructuras necesarias para estos dos modos de transporte son obras lineales que conectan puntos de interés para el ser humano, que en general son asentamientos urbanos. Sin embargo, mientras que para unos conecta, para otros fragmenta el territorio. Inicialmente esto era un problema insignificante, ya que solo estaban conectados los núcleos más importantes y la velocidad era limitada. Con el tiempo y el desarrollo de la tecnología se han llegado a velocidades antes inimaginables, se ha globalizado el uso de dichos modos y, por consiguiente, los países más desarrollados cuentan con una amplia red de carreteras e infraestructura ferroviaria y una alta intensidad de tráfico.

De esta manera, autovías, autopistas, la mayoría de líneas ferroviarias de media distancia y todas las de alta velocidad, tienen cerramientos a ambos lados para evitar el paso tanto de personas como de animales. La longitud de estas infraestructuras es muy grande y, dependiendo del caso va desde varios kilómetros hasta más de 500 kilómetros. En Europa, concretamente, la línea de alta velocidad es la que va desde Madrid a Barcelona que sigue hasta la frontera con Francia y tiene 804 kilómetros.

Esto crea una barrera en el medio natural, que lo fragmenta y condiciona, siendo uno de los más grandes peligros para la biodiversidad. En las carreteras que no están valladas o en los casos en que los animales consiguen sortear el vallado, se presentan ante el peligro de morir atropellados, y esto es un claro peligro para ellos, pero en muchas ocasiones también para los viajeros.

Según un estudio que realizó la Universidad Complutense de Madrid en 2015, entre 2006 y 2012 se produjeron un total de 74.600 colisiones contra animales en España con un coste de 105 millones al año; esto supone un 8,9% de los accidentes registrados durante esos años. En España la mayor parte de los atropellos que se producen son a jabalíes y corzos, cerca del 79%; en menor medida son atropellos a tejones, zorros y lobos con un 5% y con mucha menos frecuencia el lince y el oso pardo.

Existen varias soluciones que se han tomado para mitigar este inconveniente intrínseco de estas infraestructuras lineales. Entre ellas, además del vallado, se pueden encontrar también pasos subterráneos, repelentes olfativos, señalización de advertencia para los viajeros, elementos reflectores e incluso pantallas con la silueta de aves rapaces, para provocar un cambio de trayectoria de las aves. Por último, también existen pasos elevados para la fauna salvaje, que son conocidos como puentes verdes o ecoductos.

Los ecoductos son pasos elevados para la fauna por autovías, autopistas o líneas ferroviarias con vegetación para conectar dos zonas separadas por estas infraestructuras. El primer ecoducto fue construido en Francia en 1950 y posteriormente otros países han seguido su ejemplo, como Alemania, Holanda, Austria, Estados Unidos, Canadá, Argentina, etc.

Foto 1. Ecoducto en la Autopista A6 Austria-Eslovaquia.

En España también se ha llegado a construir más de un puente verde, como en la autovía A-66 entre Benavente y León para el paso de corzos, zorros y jabalíes; también se construyeron dos ecoductos en el Parque Natural de Doñana, en las carreteras A-483 y A-494, con el propósito de preservar el lince ibérico con una inversión de 1,99 millones de euros, de los cuales 756.000 euros han sido aportados por la Unión Europea. Otros ejemplos son en Cantabria, se han construido dos ecoductos en la A-8 cerca de Valdáliga, y otro en A-67 en los alrededores de Molledo.

Foto 2. Ecoducto en la A-66 entre Benavente y León.

Hay que tener en cuenta que estas construcciones no son precisamente baratas, y para su ejecución es preciso un estudio previo para comprobar su viabilidad, analizando los beneficios que aportaría como la reducción de accidentes por atropello de animales, la mayor conectividad entre hábitats y aumento de la biodiversidad, pasos para la ganadería, etc. Por tanto, se debe tener en cuenta diversos factores, como la flora y fauna de la zona, analizar los corredores naturales de las especies del área de estudio, analizar del tráfico de la carretera, entre otros, para poder tomar la decisión más acertada.

Fuentes:

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