Elogio del bistrot. Marc Augé

Cubierta de Elogio del bistrot, Marc AugéElogio del bistrot
Marc Augé
Madrid : Gallo Nero, 2017
Título original: Éloge du bistrot parisien (2015)
Traducción: Delfín G. Marcos

Una cita extraída de la obra de Louis Aragon El aldeano de París sobrevuela y hace vibrar los capítulos de Elogio del bistrot, de Marc Augé, pues menciona el sentimiento de lo maravilloso cotidiano, lo difícil que resulta mantener ese piloto encendido cuando uno cree conocer de qué va la vida y deja de mirar a su alrededor con actitud curiosa, con el ánimo dispuesto a la sorpresa. Augé no renuncia a ello en este libro que más que un elogio al bistrot es un elogio a la vida, que transcurre por sus mesas, por las barras llenas de gente, a través de las relaciones que en estos lugares se crean.

¿Albergaré por mucho tiempo el sentimiento de lo maravilloso cotidiano? Veo cómo se pierde en cada hombre que avanza en su propia vida como si esta fuera un camino cada vez mejor pavimentado, que va contemplando el mundo con menos extrañeza, que va dejando progresivamente de lado el placer y la percepción de lo insólito. Me temo que no puedo saberlo.

Louis Aragon. El aldeano de París

Tirando de memoria, Marc Augé va fijando su atención en lo que estos establecimientos tienen de insólito, de lugar ideal un poco fuera del mundo.

Cuando yo era joven, ir solo al bistrot era uno de los primeros gestos de independencia; era una manera de indicar que se empezaba a ser adulto.

Lo que da razón de ser a un bistrot es la necesidad de contacto, la necesidad de percibir otras presencias alrededor, quizás indiferentes en apariencia pero atentas, que miran con el rabillo del ojo a los que se sientan cerca. Son lugares ruidosos, donde se expresan sentimientos y a la vez son espacios en los que uno puede trabajar, escribir como si de un despacho u oficina se tratara. Cuenta Augé que Hemingway se refugiaba en uno de ellos.

El bistrot ideal es aquel donde, según con qué pie te hayas levantado, puedes escurrirte tímidamente hacia el fondo de la sala, acercarte a la barra o afrontar abiertamente el mundo exterior desde la terraza, cubierta o no.

Muchos han capturado la esencia de estos locales. Cartier-Bresson y Doisneau con sus fotografías. Simenon inventando tramas para que Maigret los recorriera. El flâneur Louis Aragon evocando pequeños ritos. Mallarmé, Verlaine, Rimbaud en la memoria. El bistrot como lugar novelesco donde cualquier gesto revela una historia.

Este libro invita a no contentarse con lo sabido, a detenerse en los detalles y sacarles jugo, a imaginar historias y no creer que está todo dicho o pensado o imaginado. Hay mucho placer que sacarle a lo cotidiano. Y es, también, una invitación a vivir y a celebrar la vida.

Marc Augé en la Biblioteca UPM

No es medianoche quien quiere. António Lobo Antunes

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António Lobo Antunes
Barcelona : Literatura Random House, 2017
Traducción: Antonio Sáez Delgado

Não é Meia Noite Quem Quer (2012)

Con cincuenta y dos años y una historia desgraciada a cuestas la mujer en quien ocurre esta novela que Lobo Antunes publicó en Portugal en 2012, vuelve a la casa de veraneo de su infancia, y a lo largo de tres días, ayudándose del rumor de las paredes desconchadas, de las ventanas que ya no muestran los mismos árboles ni los mismos pájaros (o sí los mismos pero diciendo otras cosas o ninguna cosa), puebla el espacio abandonado con otra vez las palabras, los gestos de años atrás, de su madre quejándose, de su padre vaciando botellas de la despensa, de su hermano sordo en su burbuja, de su hermano no sordo loco desde la guerra, de su hermano mayor, de su amiga de infancia y luego no. Niña, decía su hermano mayor antes de suicidarse temiendo las consecuencias de su activismo político. Niña, tal vez, y ahí un drama, la única palabra de cariño, el único abrazo. Por eso a los cincuenta y dos años el viaje a la semilla, la reconstrucción de la red de lazos familiares por si algún beso fundamental se hubiera pasado por alto, por si alguna razón no comprendida.

cómo pueden los robles modelar pájaros, enséñenme, por qué parte del pájaro empiezan, serán tan lentos con ellos como con las hojas, observando las ramas nos daremos cuenta o no de un puntito de pájaro que nace, ganando garras, pico, plumas, se soltarán en octubre, al caer aprenderán a volar

Y contra lo que pueda parecer, a partir de tanto fracaso y entre tanto personaje encerrado en su propio universo surge poderosa la belleza. El lenguaje fragmentario y polifónico de Lobo Antunes toca altas cotas de lirismo, de sugerencia y de imaginación. Poco a poco, lo que al principio es una madeja de voces y de hechos sin demasiado sentido, enmarañada por falta de datos, se va convirtiendo en una historia que sin darnos cuenta, se ha explicado sola y toda la información necesaria ha encajado un poco antes del final.

o serían las hojas que antes de llegar al suelo, para evitar pudrirse en el agua, echan a volar

Cubierta de Nao é meia noite quem quer, António Lobo AntunesQuizás porque entre las voces de los personajes se filtra con autoridad la voluntad del mar, la compañía de los mirlos, la voz de los árboles Lobo Antunes ha titulado la novela con un verso de un poema de René Char en el que los ecos, la lluvia y la bruma son del mismo modo presencia.

los pájaros son hojas que no aceptaron morir

Lenguaje el de esta historia que dice sin decir, que se aleja o se acerca como el vuelo de las gaviotas. Lo sabía Julio Cortázar: las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma. Palabras, pues, ecos, palabras voces fantasma, palabras crujidos dentro de cajones.

me hizo sentir, cómo expresarlo, no sé, aunque lo supiera las palabras no lo traducen, si pudiésemos tocar con nuestro corazón el corazón de los demás

Y no podemos. ¿O podemos? Sin duda una novela que quiere ser leída con el corazón.

Entrevista
(René Char)

Siembro con mis propias manos,
Planto a golpe de lomos:
Muda es la lluvia fina.
En un sendero estrecho
Escribo mi confidencia.
No es medianoche quien quiere.
El eco es mi vecino,
La bruma mi sucesora.

António Lobo Antunes en la Biblioteca UPM

Correr, Jean Echenoz

Cubierta de Correr, Jean EchenozCorrer
Jean Echenoz
Barcelona: Anagrama, 2010
Traducción: Javier Albiñana

Correr es la segunda pieza de la trilogía de biografías noveladas que Jean Echenoz escribió entre 2006 y 2010 (Ravel, Correr y Relámpagos). Sus biografías no aspiran a la precisión, ni contienen exhaustivas cantidades de datos y detalles, sino que se sitúan más próximas a los retratos con que Marcel Schwob compusiera en 1986 su Vidas imaginarias, donde la narración y el ritmo de la obra literaria tienen más peso que la minuciosidad histórica.

Y en Correr el peso de la novela recae en la ligereza del discurso, en las frases rápidas y en los hechos que se suceden a una velocidad considerable. Hecho bien lógico si pensamos que en sus páginas lo que se narra es la vida de un atleta, un fondista inolvidable que fue conocido popularmente como la locomotora humana y que no es otro que el gran campeón checo Emil Zatopek.

El retrato de Emil (su sencillo encanto, la sonrisa generosa, el rictus de dolor que caracterizó su forma de correr, sus éxitos, su declive, el castigo recibido por su apoyo a la Primavera de Praga) es paralelo al retrato del siglo XX checo, especialmente durante los años de la invasión alemana y posteriormente de la soviética.

En las Olimpiadas de Helsinki, en 1952, Emil Zatopek obtuvo el oro en tres disciplinas, 5000, 10000 y maratón, y se ganó para siempre el cariño de los aficionados, además de un hueco en la historia. Entrenaba a su manera, cargando peso, calzando unas aparatosas botas de trabajo, soportando graciosamente el dolor como si éste le aportara una energía motivacional. Amaba correr. Había nacido para ello. Batió todas la marcas de la época. Se casó en 1947 con una lanzadora de jabalina. Ella, Dana Ingrová, también fue campeona olímpica en 1952 y la principal inspiración para Emil el resto de su vida.

Jean Echenoz en la Biblioteca UPM

El país donde florece el limonero. Helena Attlee

Cubierta de El país donde florece el limonero : la historia de Italia y sus cítricos, Helena AttleeEl país donde florece el limonero : la historia de Italia y sus cítricos
Helena Attlee
Traducción del inglés: María Belmonte
Barcelona : Acantilado, 2017

El primer viaje de Helena Attlee a Italia (treinta y cinco años antes de la publicación de este libro) la dejó marcada. Viajaba en el Palatino, un coche cama nocturno con destino Roma cuando, pasando por la Riviera italiana, se maravilló ante un paisaje de limones frente al mar. Ahí precisamente, en ese momento en que la belleza se reflejó sin previo aviso en sus retinas, germinó en ella una larga pasión por los saberes y sabores de los cítricos.

Años más tarde, ya ligada laboralmente al mundo de los jardines italianos, Helena asume que su pasión no merece quedar relegada al ámbito ornamental en el que transcurren sus días, y toma la importante decisión de viajar allí donde sea necesario, a lo largo y ancho de la geografía italiana, para explorar y conocer en toda su dimensión la historia de los limones, de la cidra, de las naranjas dulces, las amargas, las sanguinas, de las mandarinas, y, también, de sus cultivadores.

Bartolomeo Bimbi (1648-1723)Cada uno de los capítulos que componen el libro es un viaje, una forma de mirar el mundo. Son cofres del tesoro donde caben maravillas tales como la colección de cítricos de los Médicis de Florencia (incluidas sus bizzarries o rarezas, que se encargara de pintar Bartolomeo Bimbi); el uso de la naranja amarga en la cocina de los siglos XVI y XVII; el sabor a verano de los limones de Amalfi (menos sabrosos que su nombre: Limone femminello sfusato amalfitano); el modo en que los árabes introdujeron y cultivaron cítricos en Sicilia; la mermelada del sur de Catania, capaz de superar a la británica; los chinotti de Savona macerados en marrasquino… y tantas cosas más.

La belleza de los jardines fue celebrada en un género de poesía llamado rawdiya (“poemas de jardines”), en los que naranjas y limones eran frecuentemente protagonistas. […] Ab dar-Rahman, otro poeta arábigo-siciliano, escribió:

Entre ramas de esmeralda
las naranjas de la isla son un fuego abrasador.
Pálidos rostros de amantes los limones son,
sumidos toda la noche en llanto.

Un libro con fragancias de azahar y bergamota, que nos lleva de paseo por hileras de árboles de hojas verde oscuro y frutos dorados por el sol del atardecer, por la historia de Italia, de su tierra, de su gente. Por el color y el sabor de la vida.

Lady Macbeth de Mtsensk, Nikolái S. Leskov

Cubierta de Lady Macbeth de Mtsensk y otros relatos, Nikolái S. LeskovLady Macbeth de Mtsensk y otros relatos
Nikolái S. Leskov
Barcelona : Alba, 2003
Traducción: Fernando Otero Macías
Primera edición en 1865

Lady Macbeth de Mtsensk es uno de los relatos más conocidos de Nikolái S. Leskov (junto a La pulga de acero, incluido en este volumen bajo el título: El zurdo), un autor ruso del siglo XIX que pasa injustamente desapercibido entre otros grandes autores de la época como Dostoievski, Tolstói, Chéjov o Nikolai Gógol.

A veces aparecen en nuestra tierra tales caracteres que, por muchos años que hayan transcurrido desde que los vimos por primera vez, no es posible evocar algunos de ellos sin experimentar cierto temblor en el alma.

A la joven Katerina Lvovna (apodada la lady Macbeth de Mtsensk pues está inspirada en el personaje shakesperiano) la casan con un comerciante mucho mayor y bien establecido, pero por el que, en términos sentimentales, siente una completa indiferencia. Eso, y la obligación de tomar residencia en la anodina hacienda de su esposo, en la que también vive el anciano padre de éste, convierten su existencia en una tediosa sucesión de días grises sin esperanza. Así hasta que conoce al joven Sergéi, uno de los sirvientes y conocido donjuán. Y es entonces cuando toda la fuerza, la pasión, el arrebato y la locura de la sangre se revelan en Katerina y toman posesión de su voluntad, desencadenando la bestia cruel e iracunda que lleva dentro y que no dejará de luchar, con algo más que uñas y dientes, por lograr el objeto de su deseo.

Este relato sin concesiones, duro, tajante, ferozmente erótico, fue convertido en ópera en 1934 por Dmitri Shostakóvich (obra que sufrió censura durante treinta años dado su contenido incandescente) y también fue llevado al cine en 1962 por Andrzej Wajda con el título Lady Macbeth en Siberia. Hace unos días se ha estrenado una nueva versión dirigida por el británico William Oldroyd en la que la acción se traslada a la Inglaterra victoriana.

Nikolái S. Leskov en la Biblioteca UPM

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