Juego de tronos, de George R. R. Martin

George R. R. Martin. Juego de tronos. Canción de Hielo y Fuego /1. Editorial Gigamesh: 1ª ed. 2002.

En este mundo, cuando juegas al juego de tronos, o ganas o mueres. El honor y la piedad no tienen cabida en el juego de tronos.

Cada cierto tiempo los críticos literarios, cinematográficos, musicales, artísticos y todos los etcéteras que se os ocurran, intentan sacar a la luz descubrimientos que pretenden ser personales pero que en realidad se encuentran en boca de  todos. "La nueva Marilyn, los herederos de los Beatles, el sucesor de Picasso…", suelen decir, amargando de paso la vida y las carreras de estos nuevos artistas que, en la mayoría de los casos, no pueden estar a la altura de  sus supuestos modelos ni quieren parecerse a ellos.

En el caso que nos ocupa, a  George R. R. Martin le ha tocado el sambenito de ser el nuevo J. R. R. Tolkien (¿será por las erres?) y, aunque es cierto que de no haber existido el sudafricano difícilmente podríamos disfrutar de una obra como Juego de tronos, la comparación no es del todo exacta. Podría tratarse de una mezcla de Tolkien, James Ellroy y Mario Puzo, todos juntos. Pero veo que caigo en el mismo error que antes criticaba. Así pues proclamemos en voz alta y de una vez por todas: Ellroy es Ellroy, Tolkien es Tolkien y Martin es Martin.

Puesto ahora de actualidad por una espectacular serie de televisión en la que cada euro invertido (y da la impresión que son muchos) ha servido parar a realzar la producción tanto desde el punto de vista técnico como artístico, Martin no es ni mucho menos un recién llegado ya que lleva escribiendo más de 30 años, aunque parte de este tiempo lo dedicara a realizar guiones para el cine y la televisión.

Tiene en su poder varios de los más prestigiosos premios concedidos a las creaciones de ciencia ficción y fantasía. Entre ellos destacan varios  premios Hugo (espectacular el relato Los Reyes de la arena ganador de la edición de 1980, con su protagonista jugando a ser Dios), Locus y Nebula, que ya de por si le hacían acreedor de un puesto en el Olimpo del género, incluso sin haber escrito esta saga que parece su obra cumbre por ambición y por la respuesta de sus lectores.

Ambientado en un mundo medieval que cree haber perdido la magia y en donde las estaciones duran décadas y los reyes y aspirantes a sus tronos pelean encarnizadamente en crueles y traicioneros juegos de alianzas, Juego de Reyes, el primero de los siete volúmenes de Canción de Hielo y Fuego, se configura como la más alta apuesta por una literatura fantástica de calidad. No es que sea recomendable, es que es imprescindible porque lo más probable es que nunca tengamos otro George R. R. Martin.

 

George R. R. Martin en la Biblioteca UPM

 

Antonio Amarilla

 

La isla del tesoro. Robert Louis Stevenson

isla_tesoroLa isla del tesoro, Robert Louis Stevenson

Madrid: Edic. Generales Anaya, 1981
Título original: Treasure island
Traductor: José María Álvarez

 

Estación de Ciudad Universitaria. Viene el metro. Me siento y comienzo La isla del tesoro. ¿Es la tercera o la cuarta vez que lo leo? Da igual, ¡me entusiasma!

Permitidme que en el trayecto hasta Pacífico os cuente algo sobre este cuento tan delicioso, y de su autor.

Imagino a Stevenson a sus 31 años escribiendo en su Escocia lluviosa y fría de 1833. Está muy abrigado, tiene una dolencia pulmonar que lo marcará toda la vida. Desearía, por un instante, que sus ojos se alzaran del papel y como un fogonazo mágico fueran capaces de ver los míos. Mis pupilas le devolverían todo el entusiasmo, toda la ilusión y energía que me ha transmitido con sus libros. Muy bajito le diría: “De mayor quiero sentir que aún existen tus mundos, esos donde se puede soñar. Y yo misma no ser más que un efímero y aventurero sueño”.

Cada vez que he leído La isla del tesoro me he imaginado embutida en la piel de un protagonista distinto. Esta vez pretendo ser John Silver el Largo: astuto, sagaz y sanguinario bucanero que entorpecerá las pretensiones de nuestros buscadores de tesoros.

Os cuento la historia. Un joven llamado Jim Hawkins, por esas casualidades Mapa de la isla del tesorode la vida, encuentra un mapa de una isla desierta que esconde un tesoro. Pide ayuda a sus amigos para fletar un barco y emprender rumbo a la aventura. Reúnen una tripulación compuesta de excelentes marineros ingleses, honrados todos ellos y desconocedores de las pretensiones de nuestros amigos… Pero, un momento, no son tan honrados y leales, en seguida se mostrarán como los más sanguinarios ejemplares de la piratería inglesa. Comandados por John Silver el Largo, estos rufianes se lo pondrán muy difícil al joven Jim y a sus amigos.

Desde el comienzo del libro la narración es emocionante. Emoción ingenua que logra ilusionar con cada uno de los personajes, con cada una de las situaciones que Stevenson imaginó. ¿Tú nunca has buscado una isla que entrañe un tesoro? La isla es la propia vida y el tesoro lo que buscamos todos, un premio lleno de luz.

He pasado momentos estupendos con este pequeño libro.

 

Robert Louis Stevenson en la Biblioteca UPM

 

Carlota

 

SAN VALENTIN 2011

El 14 de febrero, es el Día Internacional del amor.

El amor, no San Valentín, nos gusta a todos y por eso los integrantes del grupo nosólotécnica, todos, han querido estar presentes  en esta recomendación varia y plural.

Feliz amor y felices amores

  

Equipo nosolotécnica


Enlace a Juan Ramón Jimenez

Enlace a Mario Benedetti

Juan Ramón Jimenez Mario Benedetti
   
   

Entrada Oliverio Girondo

Enlace a Billie Enlace a Nina
Oliverio Girondo Billie Holiday y Nina Simone
   
   
Grabriel Celaya Entrada de Alejandra Pizarnik
Gabriel Celaya Alejandra Pizarnik

Elogio de la madrastra, Mario Vargas Llosa

Cubierta de Elogio de la madrastra de Mario Vargas Llosa

Elogio de la madrastra
Mario Vargas Llosa
Tusquets, 1988

Siento debilidad por la literatura de Vargas Llosa y cuando me recomendaron esta novela de apenas 200 páginas calificándola de “muy erótica”, no me lo pensé dos veces, a pesar de mi inclinación natural hacia las narraciones largas y duraderas. Esta que os comento no es larga, pero sí perdura en mi recuerdo, como seguro lo hará en el de todo aquel que la lea.

“Elogio de la madrastra” es un elogio (valga la redundancia) del erotismo, de la perversidad de la inocencia y de la felicidad y el efecto liberador del sexo. Todo ello aderezado magistralmente con un estimulante paseo por la particular y sugerente pinacoteca del protagonista (Jordaens, Boucher, Tiziano, Bacon…) que revela las fantasías eróticas de los personajes.

Don Rigoberto, su esposa Doña Lucrecia y Fonchito, hijo de él e hijastro de ella, forman un triángulo amoroso unido y separado por sus pasiones cruzadas y cuyo hilo argumental es la progresiva seducción de Lucrecia por parte de su angelical hijastro.

Don Rigoberto es un cincuentón con una realidad anodina que trata de superar con una rica vida mental. Cree que la felicidad existe donde es posible: en el cuerpo propio y en el de la amada, en sus solitarios rituales higiénicos por partes que le conducen hacia la perfección

“... tuvo la ocurrencia de ir transformando lo que para el común de los mortales era una rutina que ejecutaban con inconsciencia de máquinas – cepillarse los dientes, enjuagarse, etc.- en un quehacer refinado que, aunque fuera por un tiempo fugaz, hacía de él un ser perfecto… Tenía la semana distribuida en órganos y miembros: lunes, manos, martes, pies, miércoles, orejas, jueves, nariz, viernes, cabellos, sábado, ojos y domingo, piel”

y en el amor de su hermosa y apetecible mujer (“de formas blancas, ubérrimas, duras todavía”) que también ha conseguido la felicidad casándose con Rigoberto y con el que cada noche practica el sexo de forma desinhibida y procaz. A la dicha de ella se suma el haber conseguido la adoración de su hijastro, Fonchito, amalgama de vicio y virtud, de santidad y pecado, cuya actitud hacia ella, inocente y perversa a la vez, exalta y corrompe a Lucrecia y desgarra la inicial armonía familiar.

“… porque cuando lo veía pequeñín, arrodillado en el suelo, contemplándola como si su madrastra acabara de bajar del Paraíso, o cuando sus bracitos y su cuerpo frágil se soldaban a ella… doña Lucrecia no podía impedir que le sobresaltara a veces un ramalazo de excitación, una vaharada de deseo…”

Erógena, pictórica, transgresora, picantona, lasciva, filosófica, carnal, abundante en perversiones… son características que se funden en “Elogio de la madrastra” y hacen que su lectura se convierta en una experiencia estimulante, deliciosa y altamente recomendable. Y si esta obra es de tu gusto, puedes seguir disfrutando con su continuación en el tiempo: “Los cuadernos de Don Rigoberto” (1997) en la que Vargas Llosa retoma la narración donde la dejó. Pero esa ya es otra historia…

Chiruca Casado

Mario Vargas Llosa en la Biblioteca UPM

1 14 15 16 17 18