O lo que es lo mismo, “a Little Rock”, para que veáis que estoy aprovechando para pulir mis skills lingüísticas y que este blog también tiene una componente didáctica.
Bueno, pues a propósito de la capital de Arkansas, decir que he ido 3 veces. La primera ya la conté, llegué en avión desde Atlanta una noche veraniega y no vi nada. La segunda fue para visitar la casa de Emre Celebi, que está en lo alto de un cerro con vistas al valle del río Arkansas. De ahí procede la foto que figura en el frontal del blog, que no es más que un recorte de la fantástica panorámica que tiene en el balcón. En el enlace con las fotos dejo una versión completa para hacerse una idea. El balcón, de unos 10 metros de largo, da sobre un jardín en rampa que se pierde en el bosque. Por ahí aparecían conejos y según testimonio del dueño, ciervos, zorros y otros bichos. En la barandilla tienen puestos unos cacharros para alimentar colibríes (¿abrevaderos?), donde no hacían más que venir a libar una y otra vez, delante de nuestras narices.
En la cena, aparte de la mujer y la hija de Emre, estuvo también Enes Erdin, otro profesor turco del departamento, con su mujer y su hija respectiva. Si no pongo sus nombres es porque no quiero equivocarme con la ortografía, no porque no me quedara con ellos a la primera… Bueno, la hija de Emre se llama Noor; su madre es india, trabaja en un gabinete psicológico, es muy simpática y estudia un máster de algo. Y eso es todo lo que voy a decir al respecto.
De aperitivo, mientras observábamos las vistas del atardecer en Little Rock, me obsequiaron con un salmorejo, especialidad de Emre desde un viaje que hizo a Sevilla tiempo atrás. Probablemente es el mejor de todo el Estado de Arkansas, sin exagerar. De cena había anunciadas unas especialidades turco-indias, pero no pudieron materializarse por un inoportuno apagón eléctrico que impidió cocinar. Así que hubo que pedir unas pizzas…
Mi tercera visita a Little Rock fue hace un par de fines de semana, para ir a la afamada Feria de Comida Turca. Emre llevaba tiempo alabándola, pero llegado el día se puso enfermo y no pudo acudir. Pero como no sólo me hizo propaganda a mí sino a todo el que le escuchase, me fui con otro profesor del departamento, éste de Bangladesh, que vive en Conway y tiene coche. Sharif, que así se llama, tiene un pequeño problema en la vista, diplopía (está de moda parece, el que quiera que lo busque en internet), desde que le operaron hace unos meses un tumor en el cerebro. A resultas de ello ve doble y para que no le moleste conduciendo o realizando actividades de riesgo, se pone un parche en la gafa. La semana anterior estuve con él en un Walmart, haciendo la compra y si no se chocó 10 veces con el carrito por los pasillos, no lo hizo ninguna. Así que bueno, os aseguro que no fue el viaje más relajado que he hecho en coche. Vino con nosotros otro bangladeshí amigo suyo, que ahí sí debo confesar que no me enteré de su nombre ni su relación exacta: ¿era su hermano? Pequeños detalles de percepción que debo mejorar.
En la feria estaba media Universidad: Enes colaborando con la organización, Mahmoud (profesor egipcio), Mehmet (otro turco que trabaja en el Centro de relaciones internacionales y que creo que allí se hace llamar Matthew), Michelle (la secretaria del Centro y que se ha encargado de gestionarme el seguro, californiana para variar) y seguro que más gente de la que no me enteré.
La feria consiste básicamente en señoras turcas, todas con sus pañuelos y trajes típicos haciendo comida sin parar, los hombres comiéndosela (algunos haciendo kebabs, vale) y música turca sonando a todo volumen, todo ello en el aparcamiento de un centro comercial. Montones de gente moviéndose apretada entre los puestos y buscando un sitio donde sentarse a consumir lo que se conseguía pillar. Y de postre, eso: postres turcos superempalagosos que había que probar, incluyendo los famosos baklavas. En definitiva, una buena degustación de la gastronomía local del medio-este americano.