El motel (Microtel Inn & Suites, 2475 Sanders Street, habitación 214 para más señas) está al borde de la autopista que va desde Little Rock hacia Kansas. La noche que yo llegué el parking estaba ocupado por unas 30 motos de un club de moteros jubilados y con sobrepeso. El ascensor (y eso es una constante en los pocos que he visto aquí) es de talla XXL, para que entren los locales. Con decir que en el suelo tienen las marcas para guardar las distancias Covid y les caben dos personas…
Adjunto aquí enlace a fotos varias del motel para acompañar las explicaciones.
La habitación estaba razonable, con su nevera superruidosa que acabé desconectando, microondas, cafetera, plancha y Biblia de los Gedeones en la cama.Lo que más me llamó la atención fue un contador en el baño como los que hay en los hornos para medir el tiempo de cocción, pero en este caso sirve para tener la luz encendida. He puesto una foto por si a alguien se le ocurre la utilidad. Lo otro raro y que he visto en más casos es el funcionamiento del váter. No sé exactamente en qué consiste la rareza, aunque funcionan diferente a los del resto del mundo. No voy a entrar en detalles y no he puesto foto (ni vídeo), pero generan una succión sorprendente… Las griferías monomando también tienen su aquel: dan agua fría para un lado y caliente para el otro, pero en general ni sabes cuando empieza una y otra ni puedes regular el caudal. Lo más original de la habitación es el poyete de la ventana, con una colchonetita ideal para recostarse a leer (ahí me terminé dos novelas: “Eifelheim”, de Michael F. Flynn
y “Perder es cuestión de método”, de Santiago Gamboa).
El desayuno se hace en la planta baja delante de la recepción, en un buffet cutrecillo con una máquina de zumos, una máquina de café instantáneo, una máquina de pancakes y una tostadora. Así que estos días he desayunado exactamente lo mismo que en Madrid: una tostada de pan de molde con mantequilla y mermelada (aquí una especie de gelatina o a veces crema de cacahuete) y un chocolate en polvo disuelto en agua caliente de la máquina de café. Además ofrecían un plátano que yo cogía para tomármelo de merienda. Para amenizar el desayuno en la recepción tienen puesta una TV las 24 horas que retransmite el canal de Accuweather (donde se puede seguir la evolución de los huracanes y demás desastres naturales que siempre asolan alguna parte del país) o el canal Fox News (me llevó un tiempo darme cuenta de qué pie cojean: todos sus noticias incluyen una entrevista con un senador al que le preguntan algo como “¿Qué le parece la medida ridícula que ha tomado el tarado del Presidente?” y el senador responde algo como “Me alegra que me haga esa pregunta”).
El hotel tenía una “laundry” a disposición de los clientes que estaba precisamente enfrente de mi habitación, lo cual era una ventaja para llevar y traer la ropa y una desventaja cuando a un tarado se le ocurrió hacer la colada entre las 10:00 y las 12:00 de la noche de un domingo. Si no hubiera sido porque por la mirilla de la puerta vi que era un negro muy grande, habría tenido dos palabras (aunque no habría entendido las suyas) con el individuo en cuestión. [Hoy he visto en Marca que a un cicilista holandés le pasó algo parecido en Australia y casi no sale del sitio; moraleja, cuando te chinchen ajo y agua]. Yo tuve que hacer dos veces la colada. Costaba 2 dólares lavar, 2 dólares secar y 1,35 dolares el detergente. Y en la segunda colada perdí un calcetín 🙁
Creo que es el tiempo más largo que ha pasado viviendo en un hotel y desde luego soy el huesped que más tiempo han tenido, porque los demás clientes iban y venían, a excepción de una madre súperobesa y su hijo tarado (tarado de verdad, se ponía a pedir dinero a los huéspedes y los de la recepción te decían a sus espaldas que no le hicieras ni caso; un día me lo encontré caminando por la calle ¡caminando por la calle! sin ser extranjero ni nada; por cierto el chaval tendría unos 30 años). Y estoy seguro que es el alquiler más caro que he pagado nunca por 3 semanas. Algún día miraré el extracto del banco, pero ha debido rondar los 1500 dólares.
Y ya está bien de hotel, no quería haberme enrollado tanto pero es lo que tiene esto. Otro día hablaré del gobierno.
Ánimos Nico, la primera experiencia no habrá sido algo alentador pero aún falta camino que recorrer. Seguro al final habrá valido la pena <3.
¡Qué gran reportaje, Nico! Digno de ti. Gracias por compartir. Besos
Que historia tan de peli 🙂
Solo te ha faltado decir que el tarado que hacía la colada el domingo por la noche, además de ser un negro enorme llevaba un rifle en el cinturón, jajaja
Genial el reportaje. Qué curioso lo del cronómetro del baño. Será una medida de ahorro por si te vas y se te olvida apagar la luz, que se apague sola.