Cartas a Katherine Whitmore. Pedro Salinas.

Cubierta de Cartas a Katherine Whitmore. Pedro SalinasCartas a Katherine Whitmore
Pedro Salinas
Tusquets, 2002

Me querías con la mirada, no podías quererme con otra cosa.

Ya no hay ninguna duda sobre este asunto, uno de los poemarios de amor más bellos de la literatura española, La voz a ti debida de Pedro Salinas (1891-1951), fue inspirado por la destinataria de estas cartas: Katherine Withmore (1897-1982), una profesora norteamericana de Literatura Española de la que se enamoró en Madrid durante un curso de verano, en 1932.

Carta 2 (Madrid, 2  de agosto de 1932)

Tu ausencia era la mayor presencia de la clase ayer. No estando la llenabas toda.

Fue un amor clandestino y lleno de dificultades, él estaba casado y tenía dos hijos, pero a Salinas le causó tal conmoción, le importó tanto esta vida nueva que sentía con ella, que estuvo enamorado de Kate hasta el final. Ella le dio una visión distinta del mundo, más estimulante, y le aportó una inspiración y una creatividad inimaginable.

Se escribieron durante quince años, desde 1932 a 1947. Este libro publica 151 de las 354 cartas que se conservan. Son apasionadísimas, no todo el rato elevadas, por eso son mejores, son sinceras, físicas, palpitantes. Verdad.

Carta 55 (Madrid, 19 de enero de 1933 )

Todo, ternura, paciencia, destreza, todo lo empleaste. Tu eres la autora de nuestro amor. Bendito sea lo que me permitió, entre tantas cosas tristes, vulgares, pobres, usuales, feas, necesarias como hay en la vida conocer tu alma incomparable, sentirla a mi lado.

Carta 22 (Madrid 28 de febrero de 1933)

Tu eres lo que me está pasando siempre.

Piensa en ella a todas horas, la busca, la escribe, la recuerda, la inventa, la sueña. A veces, por la tarde, la llama por teléfono. Y tiene un miedo atroz a que se olvide de él cuando regrese a EEUU.

 Carta 4 (Madrid, 7 de agosto de 1932)

A veces surge la pregunta angustiosa. ¿Me estará olvidando, ahora, ahora, en este instante? Perdona, perdona, esta carta absurda, excesiva, tan mía. Que rompa en ti como el mar en la arena, suavemente, sin violencia, que al llegar a ti, tu divina naturaleza equilibrada la convierta en caricia y no en queja.

Carta 11 (17? de agosto de 1932)

Dime, en verdad pura, con sinceridad absoluta, ¿no te gusta como te quiero? No, no puedo poner límites, barreras, discurrir, reaccionar, no. ¡Vértigo, pasión, fuerza arrebatadora, sensación de cosa leve arrastrada por un poder indomable, que es, al mismo tiempo, la propia voluntad! ¿Me querías más tranquilo, más equilibrado, plus sage? Imposible. El encuentro contigo me ha lanzado al mundo otra vez.

En 1937 Kate decide acabar la relación al enterarse de que la mujer de Salinas, Margarita Bonmatí, había intentado suicidarse. Son los años de la Guerra Civil, el poeta vive exiliado en EEUU. En 1939 ella se casa con un profesor de su universidad. Se ven después en varias ocasiones, la última de ellas en 1951 solo tres meses antes de la muerte del poeta.Pedro Salinas

Este epistolario ha sido secreto hasta 2002. Katherine Withmore las donó en 1979 a la Biblioteca Houghton, de la Universidad de Harvard, tres años antes de morir, tenía 85 años.

Por fin mandé a Harvard las cartas de Pedro y cuando me muera irán las ediciones únicas de su poesía. Volví a leer una gran porción de las cartas –con una emoción muy honda. Un sentido de culpabilidad por haber herido al que me quería de un modo tan hermoso estaba siempre en conflicto con un resentimiento que nunca pudiera él, ni quisiera darse cuenta de lo que me exigía. El papel de amante de hombre casado en la Nueva Inglaterra de los años treinta no se parecía a La dama de las Camelias.

Dos apuntes finales, hace unos meses se publicaba un interesante trabajo de Fin de Máster sobre la correspondencia que se cruzaron Katherine Whitmore y Jorge Guillén, soy la amiga de tu amigo,  presentado en la Complutense. Este amor inspiró también el libro de Antonio Muñoz Molina La noche de los tiempos.

 

Por encontrarte, dejar

de vivir en ti, y en mí,

y en los otros.

Vivir ya detrás de todo,

al otro lado de todo

–por encontrarte–[…]

La voz a ti debida

Pedro Salinas en la Biblioteca de la UPM

Andamios, Mario Benedetti

Andamios, Mario BenedettiAndamios
Mario Benedetti

 

Poco a poco voy entendiendo un pasado que todavía está aquí, al alcance de la duda. Siento además que poco a poco me van admitiendo como soy, quiero decir el de ahora y no el del recuerdo.

 

Andamios tuvo su primera edición en 1996, sin embargo 17 años después parece tratarse de una obra actual. Narra una parte de la historia de Javier Montes, que tras doce años de exilio regresa a Montevideo para reencontrarse con el pasado, con los amigos, con los recuerdos de los que se fueron o a los que no tuvieron más remedio que quedar atrás. Pero, ¿qué ocurre si a eso le sumas las nostalgias, los prejuicios, el no estar seguro ya del lugar al que perteneces? En unos tiempos en los que de nuevo muchos tienen que afrontar la aventura de emigrar o de regresar al lugar y al problema social del que partieron, me parecen en resumen páginas que han recuperado sentido y vitalidad.

Javier, en su desexilio (como lo nombró Benedetti), nos muestra su ternura, su añoranza, pero también nos habla de la sociedad, de la economía, de la dictadura, con la ironía y el humor propios del que siente que quizás ya no hay nada que perder.

Raquel citaba a Pessoa: “La patria, ese lugar en que no estoy”. Y cuando leí esa frase, que yo desconocía, aunque tengo bien leído a mi Pessoa, la sentí como mía.

 

La soledad de la que nos habla la novela es la que nos dejan los ecos del pasado y las incertidumbres del presente. Se disfrutan los diálogos que nos hacen descubrir una doble moral social, la vergüenza que se siente por haber huido, por haber sobrevivido y haberse reencontrado ahora con los que sufrieron al no poder marchar. Una sociedad que se desintegra pero que intenta resurgir de sus cenizas. Una visión interesante de las dos culturas que han formado parte de la vida de Mario Benedetti: la uruguaya y la española.

Los países no mueren. Ricos o pobres, pobres o miserables, siguen viviendo. Un país puede enfermarse, enflaquecer hasta quedarse en los huesitos, inflamarse de soberbia o desmoronarse de vergüenza, contraer la celulitis de la retórica o la lepra (Sartre dixit) de la tortura; un país puede cambiar de amo y hasta temer por su vida, pero nunca muere. La que muere es la gente. Es claro que a veces la gente se cansa de morir y hace revoluciones. O se cansa de morir y las suspende.

 

Emociona ver a Javier Montes luchar por amor, por reconocerse a sí mismo, por no perder la vida en esos fantasmas del pasado y los miedos que le provoca tener que empezar de cero. Emocionan los versos, el deseo, el dibujo que hace el autor de la capacidad de reinventarse que posee el ser humano. El cruce de cartas del protagonista con su esposa, de la que se está separando, y con su hija, y el resurgir de nuevos amores y placeres.

– Estoy terriblemente charlatana -admitió ella, un poco avergonzada-. Pero no sabés cuánto tiempo hace que no tenía con quien hablar así, como hablo contigo. Aunque discutamos, aunque no siempre estemos de acuerdo, vos y yo sabemos qué supuestos y presupuestos manejamos, vos y yo compartimos un lenguaje, una etapa de la vida, una ansiedad y también una esperanza, aunque esté deshecha.

 

Mario Benedetti en la Biblioteca UPM

Diana Peral Núñez

Diarios de Zenobia Camprubí

Cubierta de Diario: 1. Cuba (1937-1939). Zenobia CamprubíDiarios (Cuba, Estados Unidos, Puerto Rico)

Zenobia Camprubí

Alianza, 2006

 

Estos diarios que podíamos llamar íntimos tienen un interés múltiple. Además de trasladarnos a la vida cotidiana del matrimonio Jimenez Camprubí nos muestran la vida del exilio español en América durante, y después, de la Guerra Civil española.

Zenobia, aunque nacida en Cataluña, era la hija de un ingeniero de caminos navarro y una rica norteamericana de origen puertorriqueño. Sus padres se separaron pronto y ella pasó temporadas en EEUU, donde tenía familia y  amigos, y otras temporadas en España donde vivía su padre.

Conducía su coche, viajaba sola por el mundo, puso una tienda de artesanía popular en Madrid en los años 30, era una lectora incansable y formó parte del Lyceum Club Femenino de Madrid donde conoció a mujeres como María de Lejárraga, Victoria Kent o Carmen Baroja. Era una mujer moderna.

Era además alegre, cosmopolita y muy sociable,  y aunque estaba lejos de ser una intelectual, si era una mujer culta. Escribía desde niña sus diarios y sus relatos en los dos idiomas. El primero de ellos se publicó en 1902 cuando tenía 14 años.

Conoció en 1913, en Madrid, a Juan Ramón Jimenez, se casaron en 1916 en Nueva York  y le dedicó su vida entera desde entonces.

Durante el larguísimo viaje que hizo el poeta solo desde Madrid hasta Nueva York para casarse, tomó notas por tierra y por mar, y esas notas serían luego su obra titulada Diario de un poeta recién casado.

Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez

Vivireron en Madrid hasta que empezó la Guerra Civilº y se marcharon exiliados a América, nunca volvieron.

En el terrible exilio escribió estos diarios intimos que publicó Alianza y que eran el lugar donde se encontraba con ella misma, donde recuperaba la fuerza que le era necesaria para seguir con una vida tan difícil e ingrata como la que le tocó vivir.

Sus páginas están llenas de España; esperar noticias de la Guerra Civil, de los amigos, de los familiares, (en el frente del Ebro murió un sobrino de JRJ), la preocupación constante por los niños españoles, por sus papeles que ¿seguían? en su casa de Madrid. En América se relacionan con otros intelectuales españoles exiliados, no tienen apenas dinero, ella da clases de español para aliviar la situación, el se deprime tan lejos de su paisaje y tan solo, ella le intenta animar de mil maneras. Soledad, añoranza, y una manera de contar su día a día con una frescura y una verdad que atrapan.

Los tres lugares donde vivieron el exilio se corresponden con los tres tomos de la obra:

Cuba (1937-1939)

Estados Unidos (1939-1950)

Puerto Rico (1951-1956)

Zenobia hizo de agente literario, de psicólogo, de secretaria, de enfermera, de traductora  y renunció a todo su mundo, sus amigos, su familia, sus viajes y su bienestar por Juan Ramón Jimenez y su obra.  En ocasiones, cuando conocía a algún  profesor interesante en la universidad donde daba clases le pedía que fuera a su casa para que estimulara la mente de Juan Ramón.

Fotografía de Zenobia Camprubí

29 de noviembre de 1937. Lunes

Por la tarde me quedé en casa leyendo y escribiendo. J.R. tenía visita y me trajo un pequeño ramito de rosas para que me hicieran compañía mientra él estaba fuera. Siempre hace estas cosas tan calladamente que una tiene que mirar alrededor para descubrir que las ha hecho. Muy pocas veces es efusivo, pero constantemente tiene estas manifestaciones silenciosas de la emoción de su espíritu.