Mundolibro, de Henry Petroski

“Los ingenieros saben que no pueden escapar a las leyes de la naturaleza -bien sea en el ámbito de la termodinámica o en el de la estantería ideal-, pero de vez en cuando conciben ingeniosas soluciones que ponen a la naturaleza contra las cuerdas.” (p. 121)

Henry Petroski:

  • The book on the bookshelf.
  • New York : Alfred A. Knopf, 1999.
  • Mundolibro.
  • Barcelona : Edhasa, 2002.

Henry Petroski pertenece a una interesante especie de autores empeñados en explicar el porqué y la génesis de realidades, objetos, hábitos y valores que de manera inconsciente damos por hechos en nuestra vida cotidiana, pero cuyo origen y largo desarrollo encierran no pocos intríngulis. En este caso es el turno de la simple estantería librera: sí, esa superficie desnuda cuya horizontalidad en principio no conduce a imaginar los vericuetos históricos que llevaron a su generalización. Por cierto que en esta época nuestra marcada por el multimedia, la ubicuidad informacional y la evanescencia de los soportes, resulta muy oportuno reflexionar sobre el modo en que los humanos fueron almacenando su información a lo largo de los siglos. Ergonomía y supervivencia obligan, como poco.

El título Mundolibro asignado a la edición española es ocurrente y tiene chispa pero deja escapar la ambivalencia semántica del original en inglés: El libro sobre el estante. Acostumbrados a tantas historias del libro o de las bibliotecas nos sorprende que Petroski tire por la vía de enmedio: la evolución del mobiliario. En ello radican su originalidad y la perspectiva nueva que aporta a la Historia de la cultura.

Estamos ante una obra concisa  y sintética, pero también curiosa desde el punto de vista estrictamente literario. El objetivo del libro obliga a Petroski a afinar en la descripción física de los objetos y sus componentes, su posición en los espacios que ocupan y sus relaciones físicas con las personas. De modo que su lectura proporciona un goce espacial y geométrico muy particular que me ha recordado los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau o las Instrucciones para subir una escalera de Julio Cortázar. Además el propio Petroski introduce sus propias ideas personales como bibliófilo y bricoleur de estanterías. El apéndice final titulado Orden, orden es descacharrante: recoge con exhaustividad las distintas maneras de distribuir una biblioteca particular en función de los caprichos y disposiciones neuróticas de cada propietario-tipo.

“Una modalidad audaz de ordenar los libros no leídos entre los leídos consistiría en remontarse hasta la Edad Media y disponer aquellos que están por leer con el lomo hacia dentro. Ello no solo añadiría cierto misterio a nuestra librería, sino que podría convertir la lectura de libros nuevos en una aventura. En la medida en que es improbable que los libros no leídos puedan ser reconocidos por sus cortes delanteros, la elección de un título para leer resultaría un juego de intuiciones, a menos que su identidad quedara revelada por un estricto principio dominante de ordenación.” (págs. 345-346)

Cualquier rato dejamos inadvertidamente que nuestra vista surfee sobre los volúmenes alineados. O que nuestras manos se posen sobre la apetecibles cubiertas que nos llaman desde el expositor de novedades del campus. Mundolibro nos habrá explicado el largo y apasionante devenir humano hasta llegar a esa actitud nuestra, en ese preciso instante…

Esta y otras obras de Henry Petroski en: Bibliotecas de la UPM.