Elizabeth Jane Howard. Crónicas de los Cazalet.

Elizabeth Jane Howard. Crónicas de los Cazalet: Los años ligeros y Tiempo de espera. Ediciones Siruela.

Los Cazalet son una acomodada familia cuyos miembros se reúnen los veranos en “Home Place”, una finca en Sussex (Inglaterra). Es el cuartel general de la familia.

Inicialmente, la casa había sido una pequeña alquería, construída a finales del siglo XVIII al estilo típico de Sussex, con fachada de madera y yeso hasta la primera planta, que estaba revestida de azulejos rosados superpuestos. De todo aquello solo se conservaban dos pequeñas habitaciones en la planta baja.

El patriarca, William Cazalet, conocidos por todos como el Brigada, está al mando del negocio familiar de maderas aunque cada vez va dejando más las riendas a sus hijos.  La madre, Kitty, a la que todos llaman la Duquesita, se encarga de que todo funcione y de sus preciosas flores.  Tres generaciones de Cazalet reunidos en la casa. Los tres hijos varones, Hugh, Edward y Rupert y la hermana Rachel. Sus respectivas esposas e hijos, nueve nietos en total. Innumerables parientes políticos, criados y animales domésticos. 

Elizabeth Jane Howard nos cuenta a través de Crónicas de los Cazalet el día a día de esta numerosa familia con sus preocupaciones, sentimientos y quehaceres que van desde los asuntos más triviales hasta los más trascendentales.

La primera, Los años ligeros  (The light years, 1990) trascurre durante los veranos de 1937 y 1938, una época todavía tranquila aunque en la mente de todos está la posibilidad de un nuevo conflicto bélico con Hitler anexionándose Austria. El título hace referencia a la ligereza de estos años de entreguerras. De los tres Cazalet varones, Hugh, el primogénito, es mutilado de la Gran Guerra, Edward, el segundo volvió ileso y el hijo menor, Rupert  se libró de ir a filas.

Cuando por fin volvieron a casa, ninguno hablaba de la guerra; en el caso de Hugh, Rupert había tenido la sensación de que era porque no lo soportaba, mientras que en el de Edward más bien parecía que estaba harto de todo aquello y que solo le interesaba lo que iba a pasar en el futuro inmediato.

La segunda entrega, Tiempo de espera (Marking Time, 1991 ) se desarrolla entre septiembre de 1939 y otoño de 1941. La Guerra ha sido declarada y los Cazalet se preparan para afrontarla en su casa de campo, lejos de Londres y los bombardeos. Hugh, está exento de servicio militar, Edward espera ser llamado a filas y Rupert abandona su vocación de pintor y se alista en la Marina. Rachel, la hermana, sigue con su Hotel de Bebés y su relación con su amiga Sid. Las restricciones ligadas a la guerra, el racionamiento de comida, combustible y otros productos básicos se convierten a diario en graves quebraderos de cabeza.

El señor Hitler nos ha descabalado la rutina. Como siga así, voy a tener que mandarle a un agente de policía. ¡Un ataque aéreo por la mañana; a quién se le ocurre! Pero, en fin, qué le vamos a hacer… ¡es hombre! —Suspiró.

Elizabeth Jane Howard (1923-2014), mujer polifacética, antes de convertirse en escritora también fue actriz y modelo. Estuvo casada con el escritor Kingsley Amis (aprovecho para recomendar su novela La suerte de Jim) y, por tanto, madastra de su hijo Martin Amis. En 1951 se hacía con el Premio John Llewellyn Rhys por su primera novela, The beautiful visit. La saga familiar de los Cazalet la componen cinco volúmenes.  Fueron adaptados con gran éxito a la televisión y a la radio por la BBC. En el año 2002, su autora fue nombrada Comandante de la Orden del Imperio Británico.

No es un libro de grandes acontecimientos sino más bien un gran cuadro coral con muchas pequeñas historias.  Un formidable fresco histórico, social y personal con un elenco de personajes muy bien definidos que nos permite contemplar el paso del tiempo sobre la vida de las gentes.

Una lectura muy recomendable que continuaré  a medida que se vayan traduciendo al español las entregas de los Cazalet.

Patria, por Fernando Aramburu

Cubierta de Patria, Fernando AramburuPatria
Fernando Aramburu
Barcelona : Tusquets, 2016

A mí Patria realmente me ha cautivado por muchísimas razones, son tantas que tratar de condensarlas en pocas líneas es difícil pero también posible. Con un lenguaje fácil pero tremendamente sugestivo y cercano, Fernando Aramburu se remonta a ese paisaje guipuzcoano de violencia y fanatismo que el terrorismo etarra dibujaba con pertinaz osadía no dudando en asesinar al contrario en caso necesario, justificándolo y creando una alargada telaraña en la que se ven atrapados todos los protagonistas del libro.

Un pequeño pueblo industrial muy próximo a San Sebastián es el escenario por el que van desfilando estos personajes que a menudo se convierten en una terrible caricatura del odio y el fanatismo. A través de dos familias enfrentadas, Aramburu va más allá y explica con enorme acierto cómo tanto víctimas como verdugos flaquean a lo largo de su existencia en sus más íntimas cavilaciones. Y sobre todo, describe ese silencio que los embarga a todos, el de los que miraron para otro lado con total cobardía, los que se refugiaron en un mutismo empañado de sangre, los que tuvieron que esconder su condición de víctima e incluso las propias voces atormentadas del etarra en su cárcel que ve cómo la vida se le ha escapado de las manos, marioneta de intereses de otros.

Un libro imprescindible, descomunal y terriblemente humano, que habla de la fuerza del perdón y de la esperanza en el ser humano a pesar de sus miserias. Debería ser leído en todas las escuelas.

Fernando Aramburu en la Biblioteca UPM

Blanca Laffitte Lasarte

Las bicicletas son para el verano / Fernando Fernán Gómez

Fernando Fernán Gómez: Las bicicletas son para el verano.

Ediciones impresas: Espasa-Calpe (Austral), Cátedra (Letras Hispánicas).

Estreno en teatro: 1982.

Versión cinematográfica dirigida por Jaime Chávarri: 1984.

 …para una guerra hace falta mucho campo o el desierto, como en Abisinia, para hacer trincheras. Y aquí no se puede porque estamos en Madrid, en una ciudad. En las ciudades no puede haber batallas. (Prólogo)

Gran figura la de Fernando Fernán Gómez, autor, director e intérprete, siempre a recuperar y revisitar. En plena madurez en los años 70, dejó brotar el caudal de sus remotas vivencias del Madrid sitiado de la Guerra Civil (1936-1939) en una obra que, aunque premiada, no se estrenaría hasta más tarde, ya en el reflujo de la Transición. Un relato de baja clase media menestral que trasciende completamente el mero neocostumbrismo, una historia construida con gran oficio y estilo, con humor inteligente y fino análisis social, con una administración rigurosa de las embrolladas relaciones entre razón moral y razón política, tan propicias  a menudo al juego de trileros sobre aquellos acontecimientos. El resultado es una magnífica tragedia para la introspección colectiva.

Existen numerosas ediciones de Las bicicletas… La más veterana de Austral es contemporánea de la época del estreno e incorpora datos y preciosas fotografías de aquel primer montaje. Contiene también una introducción de Eduardo Haro Tecglen: algunas de sus apreciaciones han sido largamente sobrepasadas por el tiempo transcurrido, pero aporta información interesante sobre el propio Fernán Gómez y sobre la situación del teatro español a principios de los años 80. Por su parte, la edición de Cátedra tiene más trabajo crítico y una realización más pulcra.

Además, podemos disfrutar de la estupenda versión cinematográfica de Jaime Chávarri. En ella Agustín González conserva el papel protagonista -el memorable Don Luis- que ya había interpretado en teatro. Pero la localización geográfica cambia respecto al texto original: Chamberí es sustituido por el barrio de los Austrias, más asequible para filmar exteriores que no hayan cambiado tanto respecto a la época de la acción.

En fin, está claro que hay mucha literatura carcelaria, concentracionaria, y bélica en sentido general. Desde este punto de vista contextual, Las bicicletas… caería dentro de un subgénero específico de literatura “de asedio”, como la Gerona de Galdós (Episodios Nacionales). Madrid, con su gran tamaño y población, sufrió en la realidad histórica una experiencia de este tipo desde 1936 a 1939 con terrible violencia externa e interna y -debido al desenlace final de la guerra- sin oportunidad de duelo, expiación y reflexión adecuadas. Este es el laberinto trágico de Las bicicletas son para el verano.

Se acabó el pecado, joder. Únicamente hay que respetar, eso sí, el mutuo acuerdo entre la pareja. Que uno se quiere largar, pues se larga. Pero nada de cargarse a la chica a navajazos. Cada uno a su aire.  Y en la propiedad, ni tuyo ni mío. Los mismos trabajadores organizan la distribución de los frutos del trabajo, y ya está. Y la educación, igual para todos, eso por descontado. Tendrás todos los libros que quieras, Luis, para que sigas con tu manía. Y para que enseñes a los demás trabajadores, que ahí está la madre del cordero. (Cuadro IX)

Fernando Fernán Gómez en: Biblioteca UPM.

Jaime Chávarri en: Biblioteca UPM.

Noches blancas: Dostoievski en los ojos de Nicolai Troshinsky

Cubierta de Noches blancas

Noches blancas: Dostoievski en los ojos de Nicolai Troshinsky
Fiódor Dostoievski
Madrid : Nórdica Libros, 2015

Ilustrador: Nicolai Troshinsky
Traductora: Marta Sánchez-Nieves

Probablemente es injusto dar tanto peso a la ilustración en detrimento del autor de la novela, pero al fin y al cabo libreto y música son dos caras de la misma moneda: se potencian, acaso se anulen cuando no estén en consonancia pero claramente no es este el caso.

Diré en mi descargo que al tratarse de una obra menor de Fiódor Dostoievski, la relectura visual de esta novela (esencialmente ensoñadora) es muy afortunada, y quizás justifique el título de esta reseña.

Otra curiosidad que me viene a la cabeza es que el autor del libreto (ingeniero con vocación de escritor, circunstancialmente cuasi-revolucionario) muere (1881) prácticamente cien años antes del nacimiento del autor de la fuerza visual del texto (nacido en Moscú en 1985 y ciudadano del mundo); en este libro, la ilustración, al decir del propio ilustrador, consiste en “monotipia al óleo y tinta china, con algunos detalles en lápiz y pastel”, aunque en mi naturaleza inculta fundamentalmente transmite la sensación de disponer de una obra gráfica original de bolsillo; hay que agradecer a la Editorial NÆRDICA el afortunado encuentro.

vista del interior del libroAlguna otra indicación de experto nos dice que la selección del color asociado a cada personaje  es fundamental: “rojo para el protagonista, azul para Nástenka y amarillo para el prometido. A medida que el libro avanza el color rojo va ocupando gradualmente más y más espacio en la página”; puedo comprender que para la impresión el número y el tono de las tintas es imprescindible en el resultado final.

No tiene mérito ni interés hacer una sinopsis del texto: Noches blancas, que ya hemos dicho se trata de una novela menor esencialmente romántica por ensoñadora. En época de exámenes, y en la vorágine del vórtice de final de curso se me ocurre esta propuesta que se puede releer en clave de texto, de imagen, e incluso de corto de animación cuando se pasan las páginas aceleradamente; en ese caso curiosamente puedes visualizar la novela al derecho y al revés, lo que no deja de resultar intrigante.dostoievski

Me ha gustado especialmente recuperar a Dostoievski, un escritor colosal, titánico casi inhumano, en su faceta más cercana, lejos de una versión terrible de sí mismo como en sus memorias del subsuelo (Записки из подполья, “Zapiski iz podpolya en la grafía original según wikipedia). A ratos he sentido (absurdamente) estar leyendo a Galdós; desconozco los mecanismos mentales que acompañan a esta percepción, que es fundamentalmente individual e intransferible.

No se cómo quedarme callado cuando mi corazón habla

El texto en lengua ajena es quizás importante para entender la experiencia de extranjería del autor

Fiódor Dostoievski en la Biblioteca UPM

El mesías de las plantas. Carlos Magdalena

Cubierta de El mesías de las plantas, Carlos MagdalenaEl mesías de las plantas : aventuras en busca de las especies más extraordinarias del mundo
Carlos Magdalena
Traducción: Belén Urrutia Domínguez
Barcelona : Debate, 2018
The plant Messiah : adventures in search of the world’s rarest species (London : Penguin Books, 2017)

Carlos Magdalena (Gijón, 1972) se toma un poco a lo Monty Python en La vida de Brian el apodo de mesías de las plantas que inventó el periodista Pablo Tuñón en 2010 y se hizo popular al mencionarlo David Attenborough en una entrevista para Kingdom of plants, la serie grabada en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres. Sin embargo, después de buscar en el diccionario la palabra mesías y no tener muy claro con cuál de las acepciones quedarse, resolvió ser todas ellas y centrar su misión en hacernos cobrar conciencia de la importancia que, para nuestro futuro y la supervivencia del planeta, tienen las plantas.

Un mesías no puede transformar las actitudes sin partidarios que difundan el evangelio. Cuando se trata de la conservación, necesitamos entusiasmo, motivación y acción. Ha llegado el momento de cambiar.

Quiero que este libro dé comienzo a ese cambio. Las personas necesitamos a las plantas y las plantas necesitan a las personas, y difundir ese mensaje comienza contigo y conmigo.

El paisaje de Asturias y las enseñanzas de su madre, que era florista, despertaron y nutrieron el interés de Carlos Magdalena por el mundo natural. Su gran oportunidad le llegó cuando trabajaba en Londres, una visita al Real Jardín Botánico de Kew le hizo sentir como en casa y desear quedarse allí. Un primer contrato como becario en el Tropical Nursery de Kew le abriría las puertas.

Dedicación, estudio, pasión, hicieron al importante botánico que es Carlos Magdalena hoy en día. Y es famoso por su labor como resucitador de plantas en peligro de extinción.

Todo empezó con la Ramosmania rodriguesii, el café marrón, una especie endémica de la isla Rodrigues, en el archipiélago de las Mascareñas. Había seis plantas en el Tropical Nursery, donde los expertos trabajaban en obtener semillas que aseguraran su reproducción. Muchos habían abandonado la esperanza de conseguirlo, pero Carlos creyó y acabó por conseguirlo.

La historia de la resurrección de la Ramosmania rodriguesii es solo una de las que podemos encontrar en este libro fascinante. Amor y dedicación traen a la vida, ante nuestros ojos de lectores asombrados, plantas de todo el mundo al borde de la desaparición. Son útiles, bellas e importantes para nuestra vida, la palabra del mesías nos llega clara y convincente.

Cada gen es una palabra; cada organismo, un libro. Cada especie de planta que se extingue contiene palabras que solo se han escrito en ese libro. Si se extingue una especie, se pierde un libro y, con él, las palabras y mensajes que portaba. Cada vez que destruimos una hectárea de hábitat prístino estamos quemando la biblioteca de Alejandría.

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