Paradoja del interventor. Gonzalo Hidalgo Bayal

Cubierta de Paradoja del interventor, Gonzalo Hidalgo BayalParadoja del interventor
Gonzalo Hidalgo Bayal
Barcelona: Tusquets, 2006

Trenes. Si fuera un personaje literario (en caso de no serlo ya a estas alturas del cuento) tendría mucho cuidado a la hora de comprometer mi destino por culpa de la promesa de una travesía ferroviaria, por muy atractiva que ésta pareciera a priori. Pienso en “El andén de nieve”, aquel relato de Carlos Castán a bordo de cuyo tren podías alcanzar un destino de ficción. Y pienso en “El guardagujas” de Juan José Arreola, cuyo ferrocarril no solo disloca rutas e itinerarios sino que emprende sus propias expediciones a través de la selva con ánimo fundacional. O en la “Paradoja del interventor”, esta magnífica novela de Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) en la que un viajero se apea del tren aprovechando la parada en una estación cualquiera para llenar su botella de agua y tomar café y acaba quedándose en tierra, sin abrigo y sin equipaje, sin documentos y con apenas unas calderillas en el bolsillo, pues el tren se ha puesto en marcha sin aviso y con un pasajero menos. En esa estación sombría, decadente, sin asomo de un interventor que anuncie próximos trenes (sin asomo de nuevos trenes), el viajero aún no sabe que ya se ha convertido (o está cerca de hacerlo) en el único interventor, que lo que le espera es una búsqueda de sí mismo, de un lugar al que pertenecer, por las calles y entre las gentes de una ciudad cerrada e impermeable, que en otra época vivió tiempos mejores, algún tipo de progreso, pero que ahora gira en círculos, en huecas repeticiones sobre sí misma hacia la disipación, el sinsentido, la indiferencia, el olvido.

Viajero, luego forastero, luego interventor aunque no lo sepa, el personaje sin nombre que ha perdido su tren también ha extraviado su destino y su identidad, ha ingresado en un tejido extraño de la realidad (un cajón secreto fuera del tiempo) trenzado y sostenido por la prosa culta, elegante y rica en detalles de Gonzalo Hidalgo Bayal, a quien uno podría leer una y otra vez porque siempre hallará algo nuevo y brillante escondido entre dos líneas inocentes. Y se puede leer en el tren, yo lo hice, y creo (con un moderado nivel de certeza) que aún sigo en este mundo.

Angelika Schrobsdorff. Hombres

Angelika Schrobsdorff. Hombres

Editorial Periférica&Errata naturae, 2018

Por entonces vivíamos en Sofía. Mi madre era judía, y en 1939 había emigrado de Alemania a Bulgaria con mi hermana Bettina y conmigo. Bettina se había casado con un búlgaro. Yo vivía con mi madre en un pequeño y poco simpático apartamento que no me gustaba nada. Llevábamos una vida muy retirada, con pocas amistades y ninguna vida social. Desde que las tropas alemanas habían ocupado el país debíamos extremar las precauciones y no llamar la atención por causa alguna. Mi madre me lo repetía insistentemente. 

La que nos cuenta ésto es Eveline, alter ego de Angelika Schrobsdorff, protagonista de la novela “Hombres” (en alemán Die Herren: los hombres). El primer libro que leí de esta autora fue Tú no eres como las otras madres que se publicó originariamente en 2002 y que en España salió en 2017. Me gustó mucho y por ello me lancé a la lectura de “Hombres” que curiosamente en mucho anterior, se publicó en 1961, y que supuso un escándalo importante en su momento debido a la forma en la que su protagonista se relaciona con los hombres.

El relato está articulado en ocho capítulos y cada uno se corresponde con el “hombre” con el que vivió en esa etapa. Son muy distintos y variados pero todos coinciden en amar y desear mucho a esta joven. Y ella, que de niña se sentía un patito feo, se convierte en una joven bellísima y encantadora que conquista a los hombres con sólo mirarlos y hace con ellos lo que quiere.

Yo no podía más de impaciencia por llegar a desarrollarme. Mis piernas y mis brazos, largos y delgados; mis estrechas caderas y mi delgadísimo cuello me hacían desgraciada. Llena de amargura, me ponía ante el espejo y me comparaba con mis compañeras de colegio, todas parecían ya encantadoras jovencitas.

Ella es una joven muy atractiva, que vuelve locos a los hombres pero que anda muy perdida en cuanto a lo que quiere y lo que busca y encuentra en el deseo de los hombres hacia ella su razón de ser, una razón para vivir.

Su comportamiento es muchos casos es “amoral” pero no por el hecho de su liberalidad sexual, que es lo que escandalizó en su momento, sino porque utiliza a los hombres para su beneficio. También se llega a enamorar locamente de algunos de sus “hombres”.

Como ya pasaba en Tú no eres como las otras madres la figura del padre es muy importante para la protagonista como lo fue para Angelika Schrobsdorff, una figura masculina a la que adora y por la que siente un gran respeto y admiración. Y parece que es también su padre el que mejor la conoce e intenta educarla y hacerle ver sus carencias educacionales y emocionales.

Angelika Schrobsdorff con su padre

Angelika Schrobsdorff con su padre

Mi padre venía a comer a casa los días laborables. Siempre me traía flores. Cuando se había quitado el abrigo y había sacudido un par de invisibles motitas de polvo de su sombrero, me abrazaba y me besaba en la frente y en las mejillas.

– ¿Qué tal te va, hija?

Convertía la frase más trivial en algo mucho más elocuente; y las cosas diarias, en pequeñas ceremonias. Él era perfecto; yo, un desván lleno de trastos que no servían para nada.

No hay intención por parte de la autora de que la protagonista te caiga bien, es muy difícil empatizar con Eveline en determinadas situaciones aún a sabiendas de que su situación ha sido muy difícil al ser judía, vivir en Alemania y tener que huir a Bulgaria, viviendo en condiciones muy precarias. Es un personaje muy egoísta y en ocasiones con un gran desapego emocional que huye de sus seres queridos para no sufrir con su deterioro.

Una novela interesante, muy moderna y sorprendente.

Angelika Schrobsdorff en No sólo técnica

Angelika Schrobsdorff en la Biblioteca UPM

Viaje al pasado. Stefan Zweig

Viaje al pasado. Stefan Zweig
Barcelona: Acantilado, 2009

Había amado a aquella mujer desde su primer encuentro, pero, a pesar de la irresistible pasión que dominaba sus sentimientos, filtrándose en sus sueños, le faltaba algo decisivo que conmoviera su ser: tomar conciencia de que, al margen de excusas, lo que se empeñaba en ocultarse a sí mismo bajo el nombre de admiración, respeto o afecto, hacía tiempo que se había convertido en puro amor, un amor obsesivo, desatado, ardiente.

El amor ha brotado en el corazón de Ludwig, nuestro protagonista. Él es un joven empleado en el que el director de la compañía para la que trabaja ha depositado toda su confianza gracias a su trabajo y tesón. El destino hace que la mujer de éste se cruce en su camino y ya nada será igual.  El amor por esa mujer se apodera de toda su alma, de todo su ser. También en el de ella.

Ni él la había atraído a sí, ni ella a él; habían ido el uno al otro, como arrebatados por una tempestad, uno con otro, uno en otro, precipitándose inconscientes en un abismo insondable, sintiendo al hacerlo una dulce y ardiente impotencia…

Pero de igual modo que el destino los unió, éste, cruel, los va a separar. Una oportunidad de trabajo a muchos kilómetros de distancia les alejará. Él tiene que marcharse. Dos años será el tiempo de esa separación. La guerra aparece y ese tiempo de separación se hace mayor. Los años transcurren y el amor se va diluyendo en el recuerdo. Y una vez más, el destino les da una oportunidad. El reencuentro es posible. Habrá pervivido el amor.

Y, de repente, se dio cuenta de que la serenidad que habían mantenido mientras  hablaban era falsa, que en alguna parte todavía quedaba algo sin resolver, algo por solventar en su relación, y que aquella amistad no era más que una máscara puesta artificialmente sobre un rostro nervioso, inquieto, turbado por la confusión y la pasión.

Hay algo inconcluso en sus vidas. Quieren terminarlo pero el pasado se hace presente interponiendose. Quiénes son, en qué se han convertido, ¿existe la esperanza?.

En el viejo parque solitario y gélido, dos sombras buscan su pasado.

¿Acaso no eran ellos mismos esas sombras que buscaban su pasado dirigiendo absurdas preguntas a un entonces que ya no era real?

Stefan Zweig en la Biblioteca Universitaria UPM

La mujer de la libreta roja. Antoine Laurain

Cubierta de La mujer de la libreta roja, Antoine LaurainLa mujer de la libreta roja
Antoine Laurain
Barcelona: Salamandra, 2016
Traducción de Palmira Feixas Guillamet
Título original: La Femme au carnet rouge (2014)

Todo es sencillo y a la vez tremendamente delicado y conciso en esta pequeña para mí joya literaria que desgrana con acierto las vicisitudes de Laurent Letellier, antiguo banquero parisino reconvertido en librero que encuentra por casualidad un bolso de mujer abandonado en plena calle. Dentro, como suele suceder en la mayoría de los bolsos femeninos, todo un microcosmos que revela la personalidad singular de su dueña. Entre todos ellos destaca una moleskine roja donde su autora ha ido desgranando retales de su vida y que se convierte en un auténtico imán para el librero.

A partir de ese momento se inicia una búsqueda o más bien una obsesión podría decirse, un sutil enamoramiento hacia alguien desconocido pero por la que el protagonista siente una fascinante atracción. Como telón de fondo y acompañando a la trama, esas maravillosas calles de París con sus eternos y románticos cafés, sus viejos y elegantes edificios y sus libros errantes en busca de autores, dueños y librerías, tan necesarios en la vida de cualquiera.

Se lee tan tan rápido y destila tanta poesía que esta novela es como un regalo inesperado que gusta mucho pero que como si de un sueño feliz se tratara, se acaba demasiado pronto.

Blanca Laffitte Lasarte

Microcosmos / Claudio Magris

Claudio Magris: Microcosmos.

Ed. Anagrama, 1999- (trad. castellana de J. A. González Sainz)

Título original: Microcosmi. Garzanti, 1997-

 Sobre los islotes se asoman las barracas, la secular construcción lagunar que hacía las veces de casa y de almacén para la pesca, hecha de madera y de mimbres, con la puerta hacia poniente, el suelo de barro, el hogar, fughèr, en el centro y el jergón relleno de algas secas. Todavía queda alguna barraca, incluso bastantes; de algunas sobresalen las antenas de la televisión, otras están rehechas o transformadas. En Porto Buso, donde termina la laguna de Grado, ya no quedan, porque en la época de la guerra de Abisinia un jerifalte, de paso por aquí, observó que era indigno ir a civilizar África y tolerar chozas abisinias en nuestra propia casa y las mandó derribar, sustituyéndolas por pequeñas casas de piedra.  (p. 70)

Claudio Magris es un escritor erudito con un instinto especial para los grandes ámbitos culturales como la cuenca danubiana o el Mar Adriático, escenarios sobre los que el fin de la Guerra Fría le ha permitido lanzar una mirada renovada. Su atalaya de observación es privilegiada: su Trieste natal y la región de Friuli de sus orígenes familiares, punto de contacto y transición entre Centroeuropa y el Mediterráneo, entre Italia y la península balcánica.

De entrada, atención al plural del título original italiano: Microcosmi, o sea múltiples Microcosmos.  Este libro solo de refilón puede ser considerado “de viajes” sin más. Magris va de un escenario a otro, pero para penetrar en la intrahistoria de lugares y personajes tan recónditos como imprescindibles. De tal modo que el desplazamiento parece en realidad el vehículo de la reflexión concentrada. En la receta de Microcosmos caben también el ensayo, la crítica e historia literarias, y la historia social. Su aguda inteligencia y su dominio absoluto del lenguaje permiten a Magris desplegar toda una poética humanista de la Historia, bien emparentada con aquellas otras, respectivamente espacial y geográfica, que nos enseñan Bachelard y Onfray. Elegía del Adriático, ese brazo del Mediterráneo con pinceladas norteñas y orientales, teatro de la magnética cultura veneciana. Testimonio de otros rincones fronterizos: Piamonte, Tirol. Observaciones recatadas pero precisas de pequeños territorios de los que Magris extrae matices y descifra significados trascendentes que les confieren –y a él mismo como creador- un alcance cuando menos continental. Un libro lleno de buenas pistas literarias, incesantemente hipertextual en su esencia. Confieso que Microcosmos me parece un Magris en estado de gracia: aunque había leído algunos otros textos suyos, ninguno me conquistó como este; nuevo reconocimiento a nuestra compañera María José Rodulfo que me sugirió su lectura.

Un último aviso: en la traducción que manejamos –muy buena por lo demás-, muchos topónimos se mantienen en su forma italiana y no en la eslava como son comúnmente usados por los hispanohablantes hoy día; así Cattaro es Kotor, Fiume es Rijeka, Spalato es Split, etc. No hay indicaciones sobre esto más allá de las muy ocasionales del autor, debidas al contenido de la obra propiamente dicho.

La corrección lingüística es la premisa de la claridad moral y de la honestidad. Muchas fullerías y graves prevaricaciones nacen cuando se hacen chapuzas con la gramática y la sintaxis y se pone el sujeto en acusativo o el complemento directo en nominativo, enredándolo todo y confundiendo los papeles de las víctimas y los culpables, alterando el orden de las cosas y atribuyendo eventos a causas o a promotores distintos de los reales, aboliendo distinciones y jerarquías en una engañosa montonera de conceptos y sentimientos, deformando la verdad. (p. 131).

Claudio Magris en: Biblioteca UPM.
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