No quiero… Angela Figuera Aymerich

Ángela Figuera Aymerich una de nuestras poetas (poetisas) casi olvidadas, las del exilio interior, del reconocimiento exterior; Pablo Neruda en la Antología total de Ángela les dedicó a toda una generación de poetas denostados/olvidados un sentido homenaje.

Viene en estos tiempos a mi memoria su poema NO QUIERO

No quiero

que los besos se paguen

ni la sangre se venda

ni se compre la brisa

ni se alquile el aliento.

No quiero

que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero

que haya frío en las casas,

que haya miedo en las calles,

que haya rabia en los ojos.

No quiero

que en los labios se encierren mentiras,

que en las arcas se encierren millones,

que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero

que el labriego trabaje sin agua

que el marino navegue sin brújula,

que en la fábrica no haya azucenas,

que en la mina no vean la aurora,

que en la escuela no ría el maestro.

No quiero

que las madres no tengan perfumes,

que las mozas no tengan amores,

que los padres no tengan tabaco,

que a los niños les pongan los Reyes

camisetas de punto y cuadernos.

No quiero

que la tierra se parta en porciones,

que en el mar se establezcan dominios,

que en el aire se agiten banderas

que en los trajes se pongan señales.

No quiero

que mi hijo desfile,

que los hijos de madre desfilen

con fusil y con muerte en el hombro;

que jamás se disparen fusiles

que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero

que me manden Fulano y Mengano,

que me fisgue el vecino de enfrente,

que me pongan carteles y sellos

que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,

llorar en secreto

cantar en secreto.

No quiero

que me tapen la boca

cuando digo NO QUIERO…

https://www.poeticous.com/angela-figuera-aymerich/no-quiero?locale=es

imagen de angela figuera

Pilar Pedraza, la “dama del gótico español”

Pilar Pedraza en la Biblioteca UPM

¿Alguna vez os habéis imaginado a Cupido jugueteando con su arco y, en un despiste, lanzar un dardo de plomo a vuestro mejor amigo y otro de oro directo a vuestro corazón?, o ¿tal vez a Cupido uniendo su vida a una persona normal y mortalmente corriente tras lanzar una flecha de amor accidental? Pues así de traviesos ve Pilar Pedraza a Eros y a Antero, Ganímedes, y Psique, los niños del Olimpo, quienes protagonizan los relatos contenidos en su obra “Eros ha muerto” (2019). El hilo conductor es Julia, una profesora de Historia del Arte que narra la pervivencia de esos dioses, y los enredos que ocasionan, desde los tiempos antiguos hasta nuestros días.

Pilar Pedraza (Toledo, 1951-) ha compaginado durante largos años su labor docente e investigadora en la Universidad de Valencia con la creación literaria. En 1984 publicó su primera novela, Las joyas de la serpiente, con la que obtuvo el Premio Ciudad de Valencia y el Premio de la Crítica. Además de cultivar el ensayo, su literatura se ha querido encasillar en los géneros de terror, en la fantasía, en el gótico (asignación con la que no parece estar muy de acuerdo), incluso se ha mencionado en algún momento la novela de corte histórico, pero Pilar Pedraza siempre ha ido un paso más allá, desbordando los límites y consiguiendo ser una autora de culto.

Sobre su producción literaria, otras voces han apuntado: “Autora de una notable producción narrativa que destaca por la originalidad de sus planteamientos temáticos y por su exquisito rigor formal, está considerada como una de las voces más destacadas de la literatura española de finales del siglo XX escrita por mujeres”. (Fuente: Texto extraído de www.mcnbiografías.com )

Como traductora, y también artífice del aparato crítico, vertió al castellano una de los títulos más enigmáticos y complejos que se han escrito: El sueño de Polífilo (Hypnerotomachia Poliphili), atribuido a Francesco Colonna, y publicado en las insignes prensas venecianas de Aldo Manucio en 1499. La complejidad de esta obra estriba en que está escrita en un lenguaje culto inventado que entremezcla el latín, el italiano, el griego y caracteres jeroglíficos; y en que, asimismo, la historia de amor de Polífilo y Polia se desenvuelve en una amalgama de conocimientos arqueológicos, epigráficos, arquitectónicos, litúrgicos, gemológicos y hasta culinarios.

 

(…) En esta ocasión hubo suerte. Fueron a parar a mis manos varios tomos de diferente pelaje sobre el físico Erófilo de Antioquía, muerto en el año 200 d.C, que me vinieron como anillo al dedo. En la sala de lectura reservada a los investigadores, y vigilada por un guardia de seguridad para que estos no dañaran los libros ni arrancaran los preciosos grabados, como ya han hecho muchos desaprensivos en la biblioteca de mi universidad y en el Archivo del Reino. Averigüé un montón de cosas sobre Erófilo, y me resultó tan interesante que en varios días no pude deshacerme de su figura sapientísima, ni sobre todo de los avatares de su vida como estudioso del cuerpo y del alma, valiéndose de cadáveres de soldados, gladiadores, prostitutas y, sobre todo, de cerdos, que se parecen a nosotros incluso más que los simios (…)

– Un Eros egipcio- pensé sugestionada por el tono del librito que contenía tan bella historia. Pero no era Eros. Bajo el grabado del niño con la oca ponía en latín, clarísimamente: “Harprocrates. Silentivm”. ¿Lograría Erófilo hacerse con el dios del silencio, que odiaba a los animales ruidosos como los patos y los gárrulos ánsares, es decir, a los charlatanes de cualquier clase o especie?

Eros ha muerto. Autopsia

El último trayecto de Horacio Dos. Eduardo Mendoza

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A través de su diario de a bordo, el comandante Horacio Dos da cumplida cuenta de su último trayecto interplanetario antes de la tan esperada jubilación, denegada en atención a su incompetencia y desfachatez. El pasaje que le acompaña está compuesto por los Delincuentes, las Mujeres Descarriadas y los Ancianos Improvidentes. Debido a las condiciones precarias de la nave y de su avituallamiento, la expedición tendrá que enfrentarse a múltiples aventuras.

En El último trayecto de Horacio Dos (2002), Eduardo Mendoza (1943-) hace alarde de su inconfundible estilo, inaugurado con La Verdad sobre el Caso Savolta (1975), en el que despliega una extraordinaria inventiva verbal, en un estilo fresco y salpicado de humor. En esta divertidísima narración coexisten géneros como la parodia, el folletín, la picaresca, la aventura y la ciencia ficción.

Eduardo Mendoza cuenta en su haber con galardones tan importantes como el Premio Miguel de Cervantes (2016), el Premio Planeta (2010), el Premio al mejor libro extranjero (París, 1996), el Premio Franz Kafka (República Checa, 2015) y el Premio Libro Europeo (2013), entre otros.

Martes, 30 de mayo. Escasez. Gachas de arroz, medias raciones, para comer, y agua pútrida con clorofila para beber. Descontento general y conato de rebelión en el sector de los Delincuentes. El primer segundo de a bordo propone gasearlos preventivamente. El segundo segundo de a bordo se muestra partidario de la disuasión, bien por juzgar más efectivo este sistema, bien para llevar la contraria al primer segundo de a bordo. Según el argumento de aquél, aun cuando los Delincuentes consiguieran adueñarse de la nave y desactivar los mecanismos de autodestrucción preventiva, ¿de qué les iba a servir, si el congelador está vacío? Es su argumentación, no la mía. Impecable si los Delincuentes atendieran a razones. Ahora bien: si atendieran a razones, ¿serían delincuentes o habrían optado por una forma de vida más conforme a las normas sociales? La pregunta reviste cierto interés, pero sólo de índole teórico, por lo que queda pendiente hasta la próxima reunión de mandos.

@biblioetsidiupm

En El último viaje de Horacio Dos, con su peculiar estilo satírico, Eduardo Mendoza nos propone un viaje interestelar cargado de aventuras y desventuras. Música: Intro, by The XX. #lecturasparacompartir #librosrecomendados #bookish

♬ Intro – The xx

Suave es la noche. Francis Scott Fitzgerald

Desde Lecturas para compartir, en su cuenta de TikTok @biblioetsidiupm, la biblioteca ETSIDI UPM recomienda la lectura de Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald

Corrían los felices años veinte del siglo pasado cuando el matrimonio Diver, una glamurosa pareja norteamericana, viaja a la Riviera Francesa, de moda entre la beautiful people de todo el mundo. Los Diver son ricos, inteligentes, elegantes, irresistiblemente atractivos. Pero algo se oculta tras su aparente perfección.

Francis Scott Fitzgerald se inspiró en el poema “Oda a un ruiseñor”, de John Keats, para dar título a su obra Suave es la noche (1934), una novela dramática, con una gran carga autobiográfica, en la que el glamour y el desenfreno se dan la mano. Fueron autores como T.S. Elliot y Sallinger quienes reivindicaron la obra de F. Scott Fitzgerald, consiguiendo que ésta subiera a los altares de la Literatura norteamericana.

En la apacible costa de la Riviera francesa, a mitad de camino aproximadamente entre Marsella y la frontera con Italia, se alza orgulloso un gran hotel de color rosado. Unas amables palmeras refrescan su fachada ruborosa y ante él se extiende una playa corta y deslumbrante. Últimamente se ha convertido en lugar de veraneo de gente distinguida y de buen tono, pero hace una década se quedaba casi desierto una vez que su clientela inglesa regresaba al norte al llegar abril. Hoy día se amontonan los chalés en los alrededores, pero en la época en que comienza esta historia sólo se podían ver las cúpulas de una docena de villas vetustas pudriéndose como nenúfares entre los frondosos pinares que se extienden desde el Hôtel des Étrangers, propiedad de Gausse, hasta Cannes, a ocho kilómetros de distancia.

@biblioetsidiupm

En Suave es la noche conviven el amor, el glamour y el desenfreno. La novela de Scott Fitzgerald está ambientada en los felices años veinte del siglo pasado. Música: cartoon-like rhythmic jazz, de @kohrogi #lecturasparacompartir #librosrecomendados #bookish

♬ Cartoon-like rhythmic jazz – Kohrogi

Una damita entre monstruos: Mary Shelley y el nacimiento de Frankenstein

Mary Shelley en la Biblioteca UPM
Frankenstein
en la Biblioteca UPM

Diez de abril de 1815. En la isla indonesia de Sumbawa el volcán Tambora entra violentamente en erupción arrojando a la atmósfera tal cantidad de polvo, cenizas y gases venenosos que el sol queda parcialmente nublado. Debido a esto, en el hemisferio norte del planeta se produjo un cambio climático que fue el responsable de que 1816 sea hoy recordado como el ‘año sin verano’. Y también, de que Europa y Norteamérica se vieran azotadas por una hambruna que mató a miles de personas.

Portada e ilustración de la edición de ‘Frankenstein’ publicada en 1831 por la editorial londinense Colburn & Bentley. Fuente: HathiTrust.

Fue precisamente en ese momento de oscuridad, clave en la historia del romanticismo, cuando el poeta británico Lord Byron tuvo que dejar definitivamente su país debido a sus últimos escándalos. Pero no lo hizo solo sino junto con su médico, el Dr. Polidori. Un jovencísimo erudito aspirante a escritor.

Tras meses viajando por ‘el continente’, Byron llegaría a Suiza a principios del verano de 1816. Una vez allí, alquilaría un palacete a orillas del lago Lemán con idea de pasar una temporada: la hoy legendaria Villa Diodati.

Villa Diodati (Anónimo, 1850). Lord Byron aparece en la esquina inferior derecha de este grabado. Fuente: Amsterdam Museum.

No mucho después de instalarse en su nueva casa, Byron recibiría la visita de Percy Shelley y su joven amante, Mary. Culta e intelectualmente precoz, la hoy conocida como Mary Shelley se fugó a los 17 años con el poeta y ensayista debido al rechazo que suscitaba su relación con este, pues Shelley era un hombre casado y padre de familia.

‘Mary Shelley’ (Richard Rothwell, ‘c’. 1831-1840); NPG 1235. Fuente: National Portrait Gallery, London.

Por culpa del mal tiempo, Mary y sus compañeros no pudieron disfrutar de las actividades al aire libre durante días. Días en los que el grupo de bohemios permaneció recluido en Villa Diodati, dedicándose a leer y conversar sobre temas filosóficos y científicos. Especialmente, sobre la por entonces de moda teoría del galvanismo y, más concretamente, sobre si era posible devolver la vida mediante la electricidad.

Una noche tormentosa en la que los miembros del Círculo Diodati leían en voz alta ‘Fantasmagoriana’ (1812), una recopilación de cuentos alemanes de fantasmas, Byron propuso un reto a sus camaradas: que cada uno de ellos escribiera una historia de terror. Cosa que estos, predispuestos como estaban por lo lúgubre de la velada, aceptaron.

Olvidados por sus musas, ni Shelley ni Byron lograron acabar relato alguno. No así Mary y Polidori quienes, animados por el poeta, comenzarían respectivamente ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ (1818) y ‘El vampiro’ (1819). Dos obras consideradas de culto por los amantes de la literatura de terror:

Parece ser que Miss Shelley concibió su monstruo inspirada por las discusiones que mantuvo con Byron y su esposo sobre:

‘ . . . la naturaleza del principio vital, y la posibilidad de que se llegase a descubrir tal principio y conferirlo a la materia inerte’.

Pero también y, sobre todo, a un inquietante sueño que tuvo una noche y que describió así:

’Vi –con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental-, vi al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al ser que había ensamblado. Vi al horrendo fantasma de un hombre tendido, y luego, por obra de algún ingenio poderoso, le vi manifestar signos de vida, y agitarse con movimiento torpe y semivital’.

En la actualidad existen tantas ediciones de ‘Frankenstein’ que resulta difícil escoger una. Yo recomendaría la publicada en 2015 por Nórdica. Por sus preciosas ilustraciones y, sobre todo, por incluir la interesante introducción escrita por Mary Shelley para la edición de su relato publicada por Standard Novels. De ella he tomado las palabras de la autora citadas en la presente reseña.

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