El Hombre que plantaba árboles, de Jean Giono

El Hombre que plantaba árboles Por Jean Giono

Jean Giono
Para que el carácter de un ser humano excepcional muestre sus verdaderas cualidades, es necesario contar con la buena fortuna de poder observar sus acciones a lo largo de los años. Si sus acciones están desprovistas de todo egoísmo, si la idea que las dirige es una de generosidad sin par, si sus acciones son aquellas que ciertamente no buscan en absoluto ninguna recompensa más que aquella de dejar sus huellas visibles; sin riesgo de cometer ningún error, estamos entonces frente a un personaje inolvidable… Así era Eleazar Bouffier el protagonista de este cuento inolvidable y así era también Jean Giono el hombre sencillo y autodidacta que escribió este texto en 1953, y que lo declaró propiedad de la humanidad, motivo por el cual puede encontrarse a texto completo en la web tanto en castellano como en su lengua original (L’homme qui plantait des arbres):

Quand je réfléchis qu’un homme seul, réduit à ses simples ressources physiques et morales, a suffi pour faire surgir du désert ce pays de Canaan, je trouve que, malgré tout, la condition humaine est admirable. Mais, quand je fais le compte de tout ce qu’il a fallu de constance dans la grandeur d’âme et d’acharnement dans la générosité pour obtenir ce résultat, je suis pris d’un immense respect pour ce vieux paysan sans culture qui a su mener à bien cette œuvre digne de Dieu.

El hombre que plantaba árboles, Jean GionoEn estos días en que la vida artificial nos envuelve y asfixia, algunos libros ejercen de bálsamo para las almas exhaustas y nos permite recordar la generosidad de la naturaleza, y la indolencia con que la despreciamos. He aquí el sentido homenaje de Joaquín Costa:

Son los árboles obreros incansables y gratuitos cuyos salarios paga el cielo. Que no se declaran en huelga, ni entonan el himno de Riego, ni vociferan gritos subversivos, ni infunden espanto a las clases conservadoras, ni socavan los cimientos del orden social. Para ellos la cuestión social no está en que los exploten, al revés, en que los hagan holgar (La fiesta del árbol).

Jean Giono en la Biblioteca UPM

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