Entre limones, Chris Stewart

Cubierta de Entre limones, Chris StewartChris Stewart
Entre limones
Barcelona: Almuzara, 2008

 

Este es un libro con el que te mueres de risa.

Eso solo ya es una razón para leerlo pero es que, además, es un libro delicioso.

Entre limones cuenta la vida de un inglés en la Alpujarra. Eso no me pareció una buena tarjeta de presentación porque me parecía imposible que se pudiera mejorar el binomio tras haber disfrutado tanto con Al sur de Granada de Gerald Brenan, así es que miré a este advenedizo copión con muchas reservas.

El británico esta vez se llamaba Chris Stewart, es músico, ha sido batería del grupo Génesis, y sigue viviendo en La Alpujarrra, cerca del pueblo de Orgiva.

Cristóbal, como le bautizaron rápidamente por aquellas sierras, se enamoró de la Alpujarra en cuanto llegó. Tal fue el flechazo que se  quería comprar la primera casa que le enseñaron y acabó adquiriendo, en 1988, un cortijo, llamado El Valero, sin agua, sin luz, sin camino, y al que solo se podía llegar en mula o en caballo. Fotografía: Dos palomas en El Valero.

El libro describe con mucha gracia su adaptación a las formas y costumbres de vida de la zona. Nos  descubre los múltiples aspectos de la peliaguda situación y comprendemos divertidos las dificultades sin fin a las que se tiene que enfrentar el simpático Stewart si quiere sobrevivir de una geografía tan agreste y hostil como es la Alpujarra.

Asistimos, más divertidos todavía, a las reacciones de los vecinos; desde el que intenta sacar tajada de su aparente inocencia  -los extranjeros parecen a muchos, solo por serlo, gente simple-, al que le hace la vida fácil con una total generosidad. Aparecen en sus aventuras otros extranjeros que viven en la zona, estamos repoblados por las más variadas nacionalidades en esos recónditos rincones y montes andaluces. Cristobal vive rodeado de holandeses, alemanes, franceses, colectivos internacionales de hippies…

Entre limones invita a reflexionar, además, sobre la idiosincrasia española, granaína y alpujarreña, y hace que nos encontremos, además, con algunos de nuestros vicios capitales. Las críticas, pocas, nunca hieren porque el autor del libro es el primero en mofarse de sí mismo y de buena parte de sus limitaciones como cortijero autónomo y autosuficiente.Fotografía: Chris Stewart con un pastor en la Alpujarra.

Para rematar esta lectura hace que soñemos con aquellos caminos y paisajes escarpados, habla mucho de la naturaleza, nombra cada planta, cada árbol: moreras, higueras, naranjos, a cada animal y el flamante cortijero está permanentemente maravillado ante una vegetación tan feliz y generosa.

Stewart no es un escritor, aunque ya es autor de varios libros, se quiere convertir -y se convierte- en campesino. No quiere repetir en España su vida de Inglaterra, como tantos compatriotas británicos hacen y han hecho en los lugares más remotos, el quiere empezar aquí una existencia por entero diferente.

Recomiendo mucho esta lectura, Stewart posee una mirada enormemente atenta, buen gusto, un sentido del humor delicioso y describe con precisión los sucesos que le ocurren y las cosas que ve.

Además nos regala elegantemente una visión muy positiva de todo lo que le ocurre.

Mi mayor placer es el olor y la belleza del azahar. Nunca volvería a Inglaterra; no puedo pensar en vivir en un sitio sin naranjos.

 

Chris Stewart en las Bibliotecas de la UPM

 

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