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El silencioso y preocupante impacto de los microplásticos

¿Qué pasaría si hiciésemos una foto cada vez que usamos algo de plástico? La respuesta a esta pregunta nos hace darnos cuenta de la importancia que ha adquirido este material en nuestro día a día.

El plástico lleva con nosotros desde mediados de los años 50 y desde entonces, hemos generado cientos de millones de toneladas. Recordemos que un plástico es un polímero de moléculas orgánicas de alto peso molecular. Aunque existen varias fuentes de materias primas, algunas renovables, los plásticos se suelen sintetizar a partir de derivados petroquímicos. Todos estos plásticos, con el tiempo, la luz solar, el calor, el oxígeno y los microorganismos, se terminan degradando en fragmentos que los científicos han denominado microplásticos, y que se pueden clasificar en dos categorías claramente diferenciadas.

Los microplásticos primarios son aquellos fragmentos o partículas que ya poseen una longitud de 5 mm como máximo antes de empezar a formar parte de nuestro entorno. Por otro lado, los microplásticos secundarios se generan a partir de plásticos que han sufrido procesos naturales de degradación.

Se ha descubierto que estos plásticos se han extendido por todas partes: en el agua dulce y en el océano, en el plancton y en los organismos de los mamíferos, incluso en nuestras células. Muchos animales terminan ingiriendo estos pequeños fragmentos, lo que les provoca obstrucciones, abrasiones e incluso impactos negativos en su crecimiento y reproducción.

Una de las fuentes de origen de estos microplásticos son los tejidos sintéticos. Cuando lavamos la ropa se desprenden fibras que son demasiado pequeñas para quedar retenidas en los filtros disponibles; van directamente a las tuberías, luego pasan a las aguas residuales y finalmente desembocan en los océanos, en los ecosistemas marinos y de ahí hasta nuestra comida. Es preocupante saber que ya se ha encontrado su presencia en alimentos como la miel, la cerveza o el pescado, como se explica en el interesante artículo: “¡Alarma!, comemos cada vez más plástico invisible”, de Priscila Guilayn, ganadora en la categoría prensa de los premios Ecovidrio en su XIX edición.

Estos fragmentos se han convertido en uno de los grandes problemas medioambientales a los que se enfrenta la humanidad, y por ello, microplástico ha sido elegida palabra del año 2018 por la Fundéu BBVA. El término pone el acento en la toma de conciencia en torno a este gran y muchas veces “silencioso” problema como destaca el post Beyond the ocean: Microplastics are also polluting the freshwater environment.

¿Qué solución podemos ofrecer como sociedad a esta adversidad? Primero hay que conocer en qué consiste la jerarquía de residuos. Ésta indica un orden de preferencia de acciones con el fin de reducir y gestionar los residuos. Se suele representar de forma esquemática como una pirámide invertida (Figura 1), en la cual los escalones más cercanos al vértice son los menos prioritarios y los más cercanos a la base los que más. La jerarquía refleja las sucesivas etapas de gestión por las que un producto debe pasar antes de llegar al final de su ciclo de vida. De aquí se extraen las “tres R” muy comentadas de los años 70: Reducir, Reusar y Reciclar.

Fuente: Jerarquía de residuos llevada a cabo desde 1970. Academia de formación ambiental Adriana Hoffman, Ministerio del Medio Ambiente de Chile

Este sistema aportó beneficios en su momento, pero necesitamos incluir otras tres R adicionales para poner freno, en la medida de lo posible, al problema de los microplásticos: Rechazar, Reconsiderar y Rediseñar. Como sociedad, deberíamos rechazar todo el plástico que realmente no necesitemos, especialmente aquellos de un solo uso. Si no es posible, hay que reducir su utilización y luego recuperarlo para su reciclaje. Además, tenemos que modificar nuestra forma de pensar, para pasar de un modelo lineal basado en fabricar, usar y tirar, a un modelo basado en la economía circular, que consiste en aprovechamiento de residuos donde se minimiza la producción, se apuesta por la reutilización y el uso de materiales biodegradables, además de reciclar cuando todo lo anterior no sea posible.

El ecodiseño forma parte del concepto de “reconsiderar y rediseñar”, y consiste en diseñar pensando en el impacto que puede tener un producto en el medio ambiente en todo su ciclo de vida, desde su creación conceptual hasta su tratamiento como residuo (Ver Post anterior: El papel del ecodiseño aplicado al envase y embalaje en la industria de las bebidas alcohólicas).

Fuente: The Zero Waste Hierarchy (Energy Justice Network)

Una buena aplicación de estos conceptos sería la posibilidad de que un ordenador, un móvil o una televisión pueda ser actualizado con la última tecnología, de modo que no sea necesario comprar un nuevo dispositivo a los pocos años, cuando la mayoría de sus componentes siguen en buen estado. Otra idea revolucionaria consistiría en crear un sistema en el que las prendas de ropa no nos pertenecen, sino que las alquilamos hasta cansarnos de ellas y luego pasarían a ser reutilizadas y finalmente recicladas.

Todos somos conscientes de que un futuro completamente sin plástico es totalmente irreal, pero no podemos ni debemos continuar con la trayectoria que tenemos hoy en día. El plástico es resiliente (tiene gran capacidad de recuperar su forma tras una deformación) y tarda mucho tiempo en degradarse. Estos dos factores pueden suponer un problema en parte, pero podemos verlos también como una oportunidad. Aunque los microplásticos estén por todos lados, las soluciones también lo están: educar a la sociedad y colaborar de forma individual y colectiva es fundamental para poner freno a este problema.

Autora del post: Carmen García Marín

Estudiante del Máster en Ingeniería Química de la ETSI Industriales de la UPM

El silencioso y preocupante impacto de los microplásticos por Innova-ambiental está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

César García Aranda

Administrador del blog / Profesor en la UPM / Twitter: @cg_aranda

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